Ambroise Vollard: Escuchando a Cézanne, Degas y Renoir





José Álvarez / Ars Operandi

Ambroise Vollard, uno de los personajes fundamentales en el desarrollo del arte contemporáneo, nació en 1868 en la Isla Reunión, donde pasó su juventud, partiendo a la metrópoli tras finalizar el bachillerato con el propósito de estudiar Derecho, carrera que comenzó en Montpellier. El pronto traslado a París del joven Vollard fue decisivo para su carrera profesional, pues es en la capital donde da sus primeros pasos en el mundo del comercio de arte. Su primera compra importante fue un Innocenti, en una época calificada por Vollard como "bendita", en la que los coleccionistas encontraban "obras de arte por todas partes y como quien dice por nada". Pero Vollard no era Duveen. El joven isleño, tras comerciar con algunas estampas de Rops y dibujos de Forain, pone su interés en las obras de los postimpresionistas, en ese momento, última década del XIX, desdeñadas. Ya amigo de Cézanne, Degas, Renoir, Matisse y, sobre todo, Pissarro, quienes le sirven de consejeros, compra en la póstuma subasta de Tanguy algunas obras de Van Gogh y de Cézanne, de quien organizará en 1895 la primera exposición realizada en París en veinte años. El resultado de la exposición no pudo ser más desastroso. Cézanne no causaba indiferencia (más bien rechazo) y Vollard fue vapuleado por la crítica.

Vollard, a la izquierda, junto a Matisse, en 1931

Un año después, Vollard escribe a Gauguin a su retiro tahitiano y se hace cargo de su producción. Más adelante servirá de marchante de Odilon Redon, de Pablo Picasso, de Georges Rouault, a quienes organiza exposiciones que pasan sin éxito alguno. También pone su interés en el aduanero Rousseau, a quien compra un lote de telas. Vollard organizó en 1901 la primera exposición de Van Gogh, en París.

Vollard también encargó obras a los artistas, sobre todo, tras conocer al excéntrico Alfred Jarry, de quien tomó el interés por la dramaturgia y la literatura en general. De este modo editó e ilustró expresamente obras con artistas de su galería, como la serie del Miserere, por Rouault, la obra de Verlaine Paralellèment que ilustrara Bonnard, quien también trabajó para la Vie de Sainte Monique, esta vez obra firmada por el propio Vollard y Dingo de Mirbeau. A Picasso le encargó varios trabajos, de los cuales la Suite Vollard (1930 - 1936) ha quedado como uno de los conjuntos artísticos más importantes del siglo XX.

Pablo Picasso, Retrato de Ambroise Vollard, 1910

Escuchando a Cézanne, Degas y Renoir se ideó en principio como tres breves libros en los que retrataba las vivencias e impresiones y conversaciones suscitadas a través de la estrecha relación que Vollard mantenía con sus amigos artistas, hoy reunidos en un tomo, y que contiene un interesante verbo en el título: escuchando. Es muy interesante que Vollard, según esta suerte de memorias, nunca diese consejo alguno a sus artistas, a los que dejaba la libertad de acción más absoluta. En esta obra, el marchante evita el comentario y deja la palabra a los protagonistas, de quienes cuenta más que sabrosas anécdotas, toda vez que retrata a los hoy considerado genios con el aspecto de un típico pequeñoburgués de entre siglos. En su momento, la publicación de esta serie de textos produjo reacciones encontradas: desde el más sincero elogio y la calificación de documento importantísimo, la obra en conjunto reflejó comentarios en la prensa del tipo "Monsieur Vollard escribe un libro para llegar a la conclusión de que el pintor de Aix (Cézanne) chocheaba", o "Vollard conoció a Renoir muy bien y durante largos años. No estoy seguro de que el genio de su amigo lo subyugara una sola vez a lo largo de todo ese tiempo. Es eso precisamente lo que choca a muchos lectores del Cézanne y de este nuevo libro: no se percibe la admiración de un hombre por un artista, por uno de los mayores pintores de todos los tiempos". Y es que Vollard retrata a los pintores como hombres, mezclando las memorias con los chascarrillos, las pasiones, los deseos y las extravagancias de estos genios del arte, a quienes descubrimos muy de cerca, en una semblanza que, desde luego, no dejará, casi un siglo después, a nadie indiferente.

Ambroise Vollard 
Escuchando a Cézanne, Degas y Renoir

Prólogo de Maurice Rheims 
Traducción de Isabel Margelí
 

Ariel, Barcelona, 2008, 348 pp. 

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