José Álvarez / Ars Operandi
Fernando Sánchez Castillo ha dedicado parte fundamental de su obra artística a indagar en la memoria crítica de nuestra historia a través de aquellos elementos de uso común que han devenido en iconos. La utilización de éstos, de los que el artista transforma sus significados políticos para retomarlos como meros componentes culturales del imaginario colectivo, funciona como un certero análisis de nuestra actitud ante su presencia, toda vez que la nueva representación que hace de ellos está desprovista de su mensaje original. Para Sánchez Castillo, el arte es representación, justamente, según sus palabras “representar, volver a presentar problemas que no se hallan resueltos”. Los elementos con los que el artista trabaja, como imagen de lo público, van desde lo mítico, lo sustentador de ideologías o de sistemas hasta lo más anecdótico, pero no por ello menos importante ni representativo de unos rasgos culturales comunes.
Burro Grande aparece con la intención de crear una obra de arte inspirada en un cartel publicitario, el toro diseñado en 1958 por el portuense Manolo Prieto como símbolo de las famosas bodegas, un icono que traspasó los límites de lo comercial para convertirse en un elemento patrimonial inserto en el paisaje cotidiano a modo de land art avant la lettre. Como parte de ese imaginario colectivo, el toro fue modificando su significado hasta ser presentado como símbolo del españolismo de veta brava, reproducido hasta la saciedad en pegatinas, camisetas y banderas, justamente por su capacidad aglutinadora desprovista de significado político. Precisamente en Cataluña, la respuesta a esta reutilización de los símbolos ha sido el derribo sistemático del único toro de Osborne existente y la creación de una otredad en el ruc català.
Cuando Sánchez Castillo crea su Burro Grande analiza de forma irónica esta polémica, yendo, naturalmente, mucho más allá cuando nos muestra sus múltiples lecturas: “Frente al caballo aristocrático y militar, los valores del burro son los del pueblo, está asociado al campo, a las clases populares, encarna el día a día; frente al toro atávico el burro es cotidiano, representa la templanza frente a lo irracional… Y con tantos toros en la carretera había que equilibrar la balanza”.
El Burro Grande es la primera pieza de carácter permanente que se vincula a las Jornadas de Intervención Artística Scarpia que se vienen celebrando durante dos semanas cada verano, desde hace ocho años, en El Carpio. La llegada del Burro Grande consolida la relación de este pueblo con el arte contemporáneo y el paisaje, ya que supone el inicio de una colección de arte público y el afianzamiento de El Carpio en el panorama artístico nacional.
Fernando Sánchez Castillo ha dedicado parte fundamental de su obra artística a indagar en la memoria crítica de nuestra historia a través de aquellos elementos de uso común que han devenido en iconos. La utilización de éstos, de los que el artista transforma sus significados políticos para retomarlos como meros componentes culturales del imaginario colectivo, funciona como un certero análisis de nuestra actitud ante su presencia, toda vez que la nueva representación que hace de ellos está desprovista de su mensaje original. Para Sánchez Castillo, el arte es representación, justamente, según sus palabras “representar, volver a presentar problemas que no se hallan resueltos”. Los elementos con los que el artista trabaja, como imagen de lo público, van desde lo mítico, lo sustentador de ideologías o de sistemas hasta lo más anecdótico, pero no por ello menos importante ni representativo de unos rasgos culturales comunes.
Burro Grande aparece con la intención de crear una obra de arte inspirada en un cartel publicitario, el toro diseñado en 1958 por el portuense Manolo Prieto como símbolo de las famosas bodegas, un icono que traspasó los límites de lo comercial para convertirse en un elemento patrimonial inserto en el paisaje cotidiano a modo de land art avant la lettre. Como parte de ese imaginario colectivo, el toro fue modificando su significado hasta ser presentado como símbolo del españolismo de veta brava, reproducido hasta la saciedad en pegatinas, camisetas y banderas, justamente por su capacidad aglutinadora desprovista de significado político. Precisamente en Cataluña, la respuesta a esta reutilización de los símbolos ha sido el derribo sistemático del único toro de Osborne existente y la creación de una otredad en el ruc català.
Cuando Sánchez Castillo crea su Burro Grande analiza de forma irónica esta polémica, yendo, naturalmente, mucho más allá cuando nos muestra sus múltiples lecturas: “Frente al caballo aristocrático y militar, los valores del burro son los del pueblo, está asociado al campo, a las clases populares, encarna el día a día; frente al toro atávico el burro es cotidiano, representa la templanza frente a lo irracional… Y con tantos toros en la carretera había que equilibrar la balanza”.
El Burro Grande es la primera pieza de carácter permanente que se vincula a las Jornadas de Intervención Artística Scarpia que se vienen celebrando durante dos semanas cada verano, desde hace ocho años, en El Carpio. La llegada del Burro Grande consolida la relación de este pueblo con el arte contemporáneo y el paisaje, ya que supone el inicio de una colección de arte público y el afianzamiento de El Carpio en el panorama artístico nacional.
Comentarios
brindo por un año nuevo repleto de arte