El Carnaval de Trinidad: el pueblo y la calle

desde Antigua y Barbuda: Rosana Herrero


Acabo de volver del Carnaval de Trinidad, sin lugar a dudas una de las manifestaciones festivas más significativas y ricas de todo el Caribe. En sus dos siglos de existencia ha evolucionado notablemente, pasando de ser en su origen un evento elegante y exclusivo de las clases europeas terratenientes – minoría privilegiada propietaria de las plantaciones de azúcar y cacao, así como de los esclavos – a convertirse en un festival nacional en el que participa toda la sociedad trinitense, en su rica amalgama étnica y multicultural, en desfiles (como el matutino J’Ouvert con el que se inicia oficialmente el Carnaval trinidense el lunes a las cuatro de la mañana), fiestas (Fêtes), parrandas (Parang), competiciones musicales (Kaiso, Panorama, Soca, Calypso, Chutney) de baile (Limbo) y de disfraces (Mas Bands, Mas King & Queen).

Steel Band

En su tercer viaje a Nuevo Mundo, en 1498, Cristóbal Colón llegó por primera vez a Trinidad, tomando posesión de la isla en nombre de los Reyes Católicos de España. La isla decepcionó al almirante, pues no contaba con los recursos inagotables del soñado El Dorado, el onírico lugar que traía de cabeza a los conquistadores españoles en aquella época. De manera que Trinidad vivió su larga etapa como colonia española – casi tres siglos – sumergida en el sopor del olvido imperial.

Finalmente, las Cédulas de Población de 1776 y 1783 dictadas por el rey Carlos III posibilitaron el asentamiento en la isla de hacendados europeos procedentes de las Indias Occidentales vecinas, en especial colonos franceses de Martinica, Guadalupe y Santo Domingo, quienes trajeron consigo sus tradiciones culturales, su lengua, sus atuendos, comidas y costumbres.

En 1797 Trinidad fue conquistada por los británicos, pasando así a formar parte de la corona británica.

En esta época, en el periodo comprendido entre Navidades y Cuaresma, la plantocracia caribeña concentraba todo su calendario festivo del año organizando bailes de máscaras, fêtes champêtres, o picnics al aire libre, y fiestas privadas a puerta cerrada. Era entonces cuando los esclavos gozaban de un poco más de libertad que de costumbre y podían disfrutar de más comida y tiempo libre para la recreación musical y performativa vernácula, la cual no estaba exenta de burla y subversión (por ejemplo las danzas bamboula y kalinda de los esclavos de Trinidad). Pronto la autoridad militar británica se percató en sus colonias de las Indias Occidentales del peligro que entrañaba la temporada de holganza de los hacendados, durante la que cerraban hasta las cortes civiles, y que era aprovechada por los esclavos para urdir no pocas conspiraciones y rebeliones. Así pues hacia 1800 en las colonias caribeñas británicas se declaró la Ley Marcial durante todo el periodo vacacional comprendido entre Navidad y Carnaval. Los hombres blancos debían en este momento alistarse en las milicias como medida de seguridad en caso de posibles levantamientos por parte de los esclavos. Para ello se celebraban elaborados ritos de iniciación militar que se acoplaban perfectamente a los jolgorios carnavalescos.


Durante el periodo pre-emancipatorio la plantocracia solía imitar la vestimenta y las costumbres de sus esclavos durante las celebraciones carnavalescas. Uno de sus disfraces favoritos era el de Negue/Negre Jadin, o esclavo del campo, así como el de mulata.

El traje de Negue/Negre Jadin consistía en un pantalón ajustado de satén color caqui hasta la rodilla y una camisa brillante con un parapeto en forma de corazón colgado del cuello, decorado con espejitos y diamantes de imitación, y ribeteado con plumas de cisne. El disfrazado llevaba su rostro, tal y como era costumbre en la época, cubierto con una máscara.

Disfraz de fantasía

Tras la emancipación de 1838, las puertas del Carnaval se abrieron también a la población africana de la isla. Los antiguos esclavos adoptaron entonces el personaje del Negue o Negre Jadin como retrato satírico del intento de la plantocracia por imitarlos. Fue también entonces el florecimiento del personaje caricaturesco de Dame Lorraine o Lorine, con el que los ex-esclavos se mofaban del prototipo de la sofisticada mujer de la plantocracia francesa, cuyos atributos físicos se marcaban de forma exagerada en el disfraz (pecho y caderas especialmente). Se trata de un personaje aun vigente en el Carnaval actual de Trinidad. Suele llevar abanico, pamela, y va muy recargada de bisutería.

Dame Lorraine

Los franceses y británicos despreciaban las ceremonias carnavalescas de los esclavos, tildándolas de vulgares, inmorales, obscenas y violentas. De ahí el término que escogieron para describir dichas prácticas festivas: el Carnaval Jamette (del término francés “diametre”, por debajo del diámetro o umbral de la respectabilidad, es decir el submundo).

El periodo comprendido entre 1860 a 1896 fue el momento de mayor represión legislativa y policial contra toda manifestación cultural africana en Trinidad. Fue entonces cuando se prohibieron los tambores africanos en las calles de Port-of-Spain, medida represiva a la que paradójicamente habrá que agradecer el surgimiento posterior del Tamboo-Bamboo y más tarde del famoso Steel Pan o tambor metálico de Trinidad, instrumento que tiene especial presencia durante el Carnaval, en las bandas de acero rodantes de los desfiles del lunes y martes de Carnaval, así como en Panorama, la competición nacional de bandas de acero.

Sin embargo, la ceremonia africana más castigada por la autoridad británica en Trinidad fue el Cannes Brûlées o Canboulay (en español “caña quemada”), que se tornó ocasionalmente en auténticos disturbios callejeros entre policía y participantes, como ocurrió en 1881 en Port-of-Spain. Cannes Brûlées es una escenificación liberadora de gran riqueza y complejidad performativas con la que la comunidad africana recordaba su historia de resistencia y subversión contra la condición esclava de sus antepasados. En la medianoche del domingo de Carnaval, en Duke Street, y desde hace dos años en Picadilly Greens, Port-of-Spain, se celebra aun todavía el Cannes Brûleés, en el que se recuerdan las quemas de caña del pasado, provocadas en las plantaciones por los esclavos, los cuales, en represalia, eran obligados a latigazos a apagar las llamas con sus propios cuerpos, así como a cosechar la caña a marchas forzadas, antes de que el fuego la consumiera. En las conmemoraciones carnavalescas del Cannes Brûleés se representa además una escena coreográfica tradicional de danza-lucha en corros rivales integrados por hombres y mujeres enmascarados que portan palos (“bois”) y antorchas llameantes, denominada “Kalenda” o “stick-fighting”. En las tiendas adyacentes se congregan las comparsas o seguidores de cada facción, liderados por un chantwell (masc.) o chanteuse (fem.) que incita a los contrincantes con su cante kaiso (kaiso-songs), interpretaciones musicales originarias del África occidental y antecedente del calypso, todo ello al ritmo trepidante de cuernos, caracolas, matracas, tambores de piel (originariamente) y de acero (después). El Cannes Brûleés es también el contexto tradicional del impresionante baile del Limbo dance, ejecutado bajo un palo, a veces en llamas, sin tocarlo, ni derribarlo.

Stick-fighting

Hasta 1838, año de abolición de la esclavitud en las colonias británicas, el Carnaval era de disfrute prácticamente exclusivo de la élite blanca. Los negros y mestizos tenían prohibido participar en todo tipo de celebración pública en la calle. Lo cual no quiere decir que no aprovecharan el descanso de la plantación para festejar sus propias festividades africanas de la tradición Ibo y Yoruba en sus dependencias privadas. Dichas ceremonias coincidían en el calendario con la Navidad y Carnaval cristianos (diciembre-enero), tenían como objetivo la celebración de la cosecha, e incluían mascaradas, efigies animales totémicas (1), disfraces, danzas rituales que representaban a los espíritus y los dioses, los ancestros y las fuerzas cardinales del mal/terror (2), el valor y la erudición (3), la agilidad acrobática (4) y la fertilidad (5).

En mi reciente visita a los Carnavales de Port-of-Spain, capital de Trinidad y Tobago, pude reconocer muchas de estas ancestrales mascaradas, que paso a continuación a describir e ilustrar:

(1). Como ejemplo de efigie animal totémica, encontré este Burrokeet (del español “borriquito”) centáurico, colorida armazón de bambú (o de alambre en la actualidad), cuyo origen se encuentra tanto en la tradición india y venezolana. El jinete lleva un sombrero grande de cogollo, un largo vestido de satén cuya falda cubre el cuerpo del burro. El baile que ejecuta el jinete imita el movimiento corcoveante del burro. El Burrokeet tiene su propio acompañamiento musical, la danza conocida como burriquite o burriquita, originaria de Venezuela.

Burrokeet

Y siguiendo con las cuatro patas, se encuentra también la mascarada masculina de la Cow Band o peña vacuna. En su origen la Cow Band solía verse desfilando el martes de Carnaval. Solía ser interpretada por un pequeño grupo de empleados de los mataderos, que corrían desbocados entre la multitud como ganado en estampida, al ritmo de banjos, cuatros venezolanos, guitarras españolas, mandolinas, violines, chac-chacs o maracas. El disfraz consistía en sacos de arroz cubiertos de hojas de plátano, y una cabeza de vaca hecha de cartón piedra. Este año pude ver una de estas Cow Bands. Aquí está:

Cow Band

(2). Todos los personajes que encarnan las fuerzas del mal y del terror en el Carnaval de Trinidad desfilan por las calles pidiendo dinero de forma amenazante. Algunos de ellos, como el Jab Molassie, incluso amenazan con manchar de brea, grasa, aceite o pintura a los viandantes con su propio cuerpo y sus abrazos si no les dan propina. El Jab Molassie (del francés “diable” o diablo y del patois “mélasse” o melaza) es una de las diversas variaciones del demonio que se pueden encontrar aun hoy día en el Carnaval trinidense. Lleva mallas ajustadas hasta la rodilla, argollas en el cuello, máscara y cuernos. Suele portar una horca, cadenas y candados y va acompañado de un séquito de diablillos que van tocando latas de galletas y silbatos a la consigna de “Pay the Devil!” (¡paga al diablo!).

Jab Molassie galáctico junto a Rosana Herrero

El Jab Jab, por su parte, es la versión mona del Jab Molassie. Es por ello que esta mascarada también se conoce como Pretty Devil Mas. El disfraz, de colores alternos por delante y por detrás, recuerda al de los bufones de las cortes medievales: calzones y camisa de satén con cascabelitos colgando de la cintura. En la cabeza suele llevar una capucha salpicada de cuernos de tela rellenos. En el pecho el Jab Jab porta un corazón de tela decorado con plumas de cisne, espejitos y diamantes de imitación. Calza medias y alpargatas. En la mano lleva un látigo de cáñamo trenzado que chasquea al mínimo fastidio.

Jab Jab

El Bookman, también conocido como Ruler o Gownman también forma parte de las mascarada diabólicas. Va vestido bien con túnica de satén o terciopelo de ricos encajes, o bien con capa larga engalanada con escenas bíblicas, blusa con chorreras, calzones cortos hasta la rodilla estilo Tudor y una cabeza diabólica descomunal. Lleva en la mano un enorme libro sobre el que va apuntando los nombres de posibles almas para el diablo. Suele ir acompañado de una orquesta de saxofones, trompetas y tambores y su delicada danza tiene algo de vals. No es de extrañar, pues con otro tipo de movimiento brusco se le podría caer el cabezón.

Bookman

Un último tipo de mascarada maquiavélica que encontré fue el Bat o murciélago, que va embutido en un mono ajustado negro o marrón, lleva una cabeza de murciélago de cartón piedra, zapatos y guantes de cuero con garras metálicas, y alas de bambú, caña o alambre cubierta con la misma tela del disfraz. Sus movimientos imitan obviamente el aleteo convulso del murciélago que suele dar lugar a una rítmica coreografía o danza del murciélago (bat dance).

(3). Hay dos tipos de personajes charlatanes muy característicos del Carnaval de Trinidad, que hacen gala de sus notables recursos discursivos como parte central de su puesta en escena.

Uno de ellos Midnight Robber, o el ladrón de medianoche. Va vestido de negro y se distingue por su “Robber Talk”, o perorata de ladrón, en la que alardea de sus proezas, valentía, abolengo e invencibilidad. Se cree que su estilo retórico está emparentado con la tradición oral del África occidental de los “griots” o narradores tribales, al tiempo que se burla del habla y vocabulario de los dueños de las plantaciones. Por otra parte, su atuendo ofrece también ecos de los cowboys del medio-oeste americano (camisa negra de satén y pantalones bombachos). Lleva una larga capa pintada con calaveras y huesos, o con su sobrenombre, generalmente macabro, así como un enorme sombrero orlado de ala ancha. Suele ir armado con espada o pistola y porta una hucha de madera en forma de ataúd, así como un silbato sobre el cuello que utiliza para marcar la transición entre perorata y perorata.

Midnight Robber

El otro personaje locuaz del Carnaval de Trinidad es el Pierrot Grenade, derivado del antiguo Pierrot, un sabio enmascarado de rica vestimenta especializado en deletrear complicadas palabras polisilábicas y citar pasajes de Sheakespeare. Va armado con fusta y lidera una peña de hinchas femeninas que retan en su nombre a otras peñas de pierrots. Su descendiente, el Pierrot Grenade, es una sátira del respetable Pierrot. El Pierrot Grenade es igual de egocéntrico y empollón, pero a diferencia del Pierrot, el Pierrot Grenade va vestido de harapos de estopa de colores de los que cuelgan latas y cajitas con cantos dentro que suenan a su paso. Su máscara tiene cierto efecto de anonimidad y le permite hacer comentarios mordaces sobre miembros “respetables” de la comunidad.

Pierrot Grenade

(4). Una de las siluetas más esbeltas e idiosincrásicas del Carnaval afro-trinidense es la de Moko Jumbie, cuya destreza acrobática sobre elevados zancos guarda relación con su habilidad de prever el mal antes que el resto de los mortales. En cuanto al origen etimológico del nombre, “jumbie” o “zombie” en África es el espíritu. “Moko” es el adivino en lengua Congo. En Trinidad, Moko Jumbie pasó a ser el protector del pueblo. En el pasado los Moko Jumbies solían danzar al son de los tambores, las flautas y los triángulos, al tiempo que recogían propinas de la gente por los balcones de las casas. Se trata de un personaje muy apreciado aun en el Carnaval actual de Trinidad, especialmente entre los jóvenes acróbatas que ahora bailan al son de ritmos trinidenses contemporáneos, como soca (fusión del calypso caribeño tradicional y percusión a menudo electrónica) y chutney (ritmo característico de la populosa comunidad indo-caribeña de Trinidad, mezcla de música bolliwoodiense y soca).

Moko Jumbie

(5). La Baby Doll, o muñequita, va vestida con vestido de volantes y gorro de bebé, lleva una muñeca que simboliza un hijo ilegítimo, y va acusando por ahí a los viandantes y espectadores masculinos de ser el padre de la criatura, al tiempo que les exige dinero para la leche del bebé. Resulta un personaje muy divertido, especialmente cuando es interpretado por hombres, quienes suelen aderezarlo con voz de pito y cierto aire histérico.

Baby Doll

Con los años se fueron incorporando al repertorio afro-trinidense máscaras, disfraces y personajes que representaban la creciente influencia de la sociedad civil europea y americana, a menudo en clave subversiva y burlona. Así pues encontramos parejas de policías y ladrones, pieles rojas, payasos, marineros, minstrels (cómicos musicales que parodiaban la negritud de los esclavos norteamericanos), acompañados todos ellos de números musicales y danzas característicos de cada uno de ellos.

Payasos

En la actualidad, en el Carnaval de Trinidad predominan las peñas de bikinis de fantasía y plumas, de mínima cobertura corporal, de influencia brasileña y diseños orientales, así como el baile del “wining”, coreografía de movimientos pélvicos y sinuosos que enlaza espontáneamente a parejas, tríos, incluso a múltiples acoplamientos o sandwiches ocasionales al ritmo de los más puros y palpitantes ritmos trinidenses, soca, rapso o chutney.

Toda una experiencia.
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Bikinis & beads
Fotografías de Rosana Herrero



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