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por José Álvarez
por José Álvarez
El restaurado Convento de Santa Clara de Palma del Río acoge hasta el próximo 11 de abril la exposición titulada Arte Sacro de la Diputación de Córdoba, en la que la institución provincial muestra una amplia selección de sus fondos artísticos de tema religioso. El Convento de Santa Clara, que se ha recuperado para un uso cultural y turístico, estuvo a punto de desparecer en 1970 a causa de la especulación inmobiliaria, tras quedarse desierto por la falta de vocaciones. La campaña en prensa que se inició en esos momentos promovida por Juan Bernier y Manuel Nieto Cumplido, sirvió para sensibilizar a la opinión pública sobre la necesidad de conservar tan importante bien patrimonial. En 1980, cuando Nieto Cumplido ocupó la Delegación de Cultura, pudo ocuparse de la asignación de fondos necesarios para - en principio - reparar la alarmante situación de conservación que sufría el edificio, hundida una importante parte de la techumbre. Hoy día, las actuaciones que se han venido llevado a cabo en el entorno han recuperado un extraordinario conjunto patrimonial, cuya adecuación a usos culturales han permitido disfrutar en las amplias salas del convento uno de los mejores espacios expositivos de la provincia de Córdoba, sede tanto del Museo de Palma del Río como de las más variadas exposiciones temporales y otras importantes actividades culturales, como las Jornadas de Historia Cardenal Portocarrero.
La exposición que nos ocupa muestra una selección de los fondos que la Diputación de Córdoba ha venido conservando desde el inicio de las Desamortizaciones en 1835, procedentes de los conventos e iglesias afectados por tales leyes, fondos que fueron acrecentándose en años posteriores a razón de el continuo programa de Becas y Premios que la institución provincial cordobesa ha venido desarrollando desde su establecimiento como entidad administrativa vertebradora de la provincia, hace casi dos siglos.
Los fondos expuestos, que van desde el siglo XIV hasta mediados del XX, se complementan fuera de catálogo con el añadido de tres tallas que formarán parte del reconstruido retablo de la iglesia de la Merced de Córdoba, destruido por obra de un demente en el año de 1978, y reconstruido a lo largo de décadas por el taller creado al efecto. Las tallas que se muestran del retablo son las de San Carlos Borromeo, obra del imaginero Antonio Bernal y las de San Raimundo de Peñafort y San Pedro Pascual, obras de Rafael Centella. Ambos imagineros han seguido fielmente los modelos originales de Alonso Gómez de Sandoval.
Ya situándonos en las obras que forman parte del catálogo, dentro de la seleccción de tallas, la pieza de mayor relieve es el conocido Cristo de las Mercedes, obra gótica del siglo XIV, una talla llena de dramatismo y expresividad, Cristo doliente con un acusado sentido pasionista, ejemplificador, "una imagen conmovedora que habla al corazón", según la descripción de los cristos góticos del historiador de arte francés Émile Male. El Cristo, de formas estilizadas e idealizadas, parco en movimiento y en naturalidad, se aleja notablemente de las formas que se popularizarían posteriormente en la imaginería andaluza, algo que llevó a escribir al erudito cordobés Ramírez de las Casas-Deza sobre el Cristo que "es una imagen ridícula, que no merece estar expuesta a la adoración de los fieles", llevado de sus prejuicios neoclásicos. De esta talla, la tradición señala que fue llevada a Córdoba por Fray Juan de Granada, nieto del rey nazarí Ismail I de Granada, fraile mercedario que rescató la imagen en un viaje para redimir cautivos cristianos a la ciudad de Antequera.
Otras tallas que se muestran en la exposición son un San Antonio de Padua del siglo XVII de escuela granadina, un San Pedro de Alcántara asimismo de la misma escuela, ya del XVIII, un San José según modelos populares del XVIII, una interesante imagen de San Cayetano del XVIII y una no menos notable Inmaculada de taller cordobés guarnicionada de trabajo de platería.
En pintura, el recorrido comienza con un ciclo hagiográfico de San Pedro Nolasco, fundador de la Orden Mercedaria, obra de José Ignacio de Cobo y Guzmán, autor jiennense discípulo de Sebastián Martínez que trabajó al servicio del Cardenal Salazar entre 1687 y 1705 y bajo el episcopado de Marcelino Siuri, ya en el primer tercio del XVIII. El ciclo, procedente del claustro del Convento de la Merced, se comenzó hacia 1718, y consiste en dieciséis obras, las cuales se hallan repartidas entre el Museo de Bellas Artes y Diputación. De entre ellas hemos de señalar por su calidad la Virgen de la Merced amparando, composición en la que la Virgen, vistiendo hábito de la Orden, acoge bajo su manto a los frailes y monjas mercedarios.
Seguidamente al ciclo de San Pedro Nolasco se pueden apreciar dos obras que aparecen como del cordobés Antonio del Castillo y Saavedra (1616 - 1668), la primera de ellas una representación de San Acisclo y Santa Victoria donde los mártires aparecen con vestimenta de época barroca y los atributos de su martirio, un cuadro que probablemente sea obra de un seguidor. Seguidamente se expone una obra procedente de la casa Cuna, San Rafael y Tobías, representados como caminantes e insertos en uno de los paisajes por los que Castillo mostró predilección y que eclosionaron ya en el siglo siguiente, XVIII. Junto a estas obras de Castillo se cuelga una copia de un San Rafael realizada por Alfredo Serrano en 1944, donde el Arcángel aparece con atuendo de peregrino, con chambergo y bastón, según el original de Antonio del Castillo.
Probablemente del taller del pintor italiano afincado en Córdoba Juan Pompeyo (s. XVIII) son dos obras procedentes del Convento de Capuchinos: Éxtasis de Santa Teresa y Martirio de San Lorenzo, composiciones posiblemente procedentes de estampas italianas donde a la santa se la muestra según la iconografía habitual mientras que al mártir romano se le representa inserto en un paisaje de reminiscencias clásicas.
De autor anónimo es el siguiente cuadro expuesto, un Ecce Homo que sigue los modelos popularizados por José de Ribera, de calidad discreta, probablemente del XIX, aunque interesante por mostrar la pintura devocional de bajo presupuesto. A su lado, de taller cordobés, un magnífico Santiago el Mayor en atuendo de peregrino que se vuelve con viveza hacia el espectador en un inusual escorzo, con un fondo de paisaje, obra del siglo XVII.
En la misma sala se exponen otros tres cuadros anónimos: una Inmaculada de escuela cordobesa, donde la Virgen aparece rodeada de querubines con las imágenes de la Letanía Lauretana, un San Pedro según el modelo iconográfico de las Lágrimas de San Pedro y, por último, una excelente tabla de finales del siglo XVI de escuela hispano flamenca representando un Ecce Homo rodeado por sus apresadores.
Siguiendo el recorrido encontramos una pareja de lienzos representando a San Acisclo y Santa Victoria, antes atribuidos a Valdés Leal. Son obras de escuela cordobesa donde los Santos Patronos aparecen con sus atributos, en una estética que los acerca a Antonio del Castillo, en una más probable atribución. A su lado, dos Evangelistas atribuidos a Valdés Leal en el catálogo, más propiamente obras de un seguidor, con unos magníficos marcos barrocos. La sala expone asimismo una Inmaculada de autor anónimo, aunque presenta las características propias de la escuela cordobesa del siglo XVII, tales como el dibujo duro y la abundancia de pliegues, sobre peana de querubines. Por último, la sala se completa con dos medios puntos de autor anónimo, copias muy probablemente de cromolitografías devocionales del XIX que reproducen motivos piadosos de mediocre calidad.
De diferente ejecución son los tres grandes lienzos que completan la exposición, obras de tres artistas pensionados o premiados por la Diputación. En primer lugar el Entierro de San Lorenzo, obra de José Muñoz García, que copia en este cuadro la celebrada obra de Alejo Vera, con la que ganó la Primera Medalla en la Nacional de 1862. La copia, de correcta factura, fue realizada ya en 1912, y fue enviada a Diputación como prueba de los progresos del entonces alumno, obligados a la copia académica de los grandes maestros. En ella se muestra una escena en la que aparece el mártir Laurentius siendo enterrado en las catacumbas romanas, una obra que fue calificada en su momento como uno de los principales logros de la pintura española del siglo XIX.
También fue pensionado el pintor almeriense Joaquín Martínez de la Vega, nacido en 1846, y cuya juventud transcurrió en Córdoba, adonde se trasladó con 15 años. Becado por la Diputación estudió en la de San Fernando por tres años, donde fue discípulo de Madrazo y otros relevantes maestros, posteriormente marchó a la ciudad de Málaga, donde pasó el resto de su vida. De él se muestra El reparto de la gallofa, obra primeriza donde mezcla lo costumbrista con un melodramático sesgo religioso, en la que representa la llamada "comida de los pobres" que los ermitaños de la sierra cordobesa ofrecían hasta entrado el siglo XX a los menesterosos, y que presentó a la Nacional de 1867, curiosamente un certamen donde la temática religiosa copó las tres Primeras Medallas; Benito Mercadé por Traslación de San Francisco de Asís, Vicente Palmaroli por Sermón en la Capilla Sixtina y Alejo Vera por Un coro de monjas.
El recorrido por la exposición finaliza con Teólogos, obra de Miguel del Moral que fue premiada con el Premio Palomino de la Diputación en 1954. El lienzo, en el que está el influjo de un Zurbarán modernizado y el recuerdo a su maestro Vázquez Díaz en el dibujo anguloso y el uso del color, muestra asimismo la cara presencia adolescente usual en las obras de Miguel del Moral, un extraordinario broche de cierre para una exposición muy ilustrativa en cuanto al desarrollo del arte religioso en Córdoba a través de los siglos, y que se podrá contemplar hasta el próximo 11 de abril.
Arte Sacro de la Diputación de Córdoba
Convento de Santa Clara
Palma del Río (Córdoba)
Hasta el 11 de abril de 2010
Abierto al público de miércoles a sábado de 17.00 a 20:00 h y domingos de 12:00 a 14:00 h
Visitas guiadas los domingos a las 12:00 y a las 13:00 horas
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