Crónicas de excepción, apuntes para una nueva era

por Ángel Luis Pérez Villén *
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Summertime 4, fotografía de Manolo Bautista

Podría decirse que la obra de Manolo Bautista permanece fiel al realismo si no fuese porque en muchas ocasiones la propia realidad supera la ficción. Pero esta máxima que caracteriza los discursos de construcción de realidad, ya sea la literatura, el cine o incluso la prensa o la historia, no se puede aplicar a su sistema de trabajo. Por más que las escenas remitan a situaciones propias del acontecer cotidiano -con su habitual sesgo de imposibilidad o de extrañeza- no se pretende su validación como verosímiles, todo lo contrario, invitan al público a un ejercicio de análisis que permita evidenciar las fisuras de la representación que aprovechan los media para poner en pie su discurso. Esta es la razón del mimetismo que apreciamos en sus fotografías, esa adherencia de realidad que se advierte en sus imágenes, fruto de los procesos de simulación que operan en aquéllas y que el artista utiliza -vueltas del revés- para resignificarlas y dotarlas de un sentido absolutamente diferente.

Así ha sucedido desde el inicio de su trayectoria. Cuando Manolo Bautista se apropió y clonó a Bibendum, el muñeco creado a finales del siglo XIX por Marius Rossillon (O'Galop) para Michelin, no trataba sólo de ganarse la atención mediante un icono tremendamente popular, sino de construir un relato inclusivo, marcado de antemano por la mediación de la célebre figura pero también abierto a otros campos semánticos que determinarían por connivencia un sentido plural. Y así fue como surgieron las series de fotografías digitales en las que reconocimos escenas de la historia del arte protagonizados por los clónicos michelines; escenas por lo general de una cierta crudeza y lógicamente desprovistas de la estética que nimba las obras originales de los grandes maestros de la pintura. Y es esta carencia la que les otorga esa valencia transitable entre la crueldad y el humor negro que se desprende de su lectura. Menos violenta y más irónica, por cómica, nos resulta esa otra mirada que el artista proyecta sobre la realidad inmediata en una serie aneja, también con los clones de Bibendum como protagonistas: ya no se trata tanto de apuntar a la brutalidad inherente a la historia de la humanidad como de señalar las licencias que en materia sexual nos permitimos para mantener despierto dicho instinto.

Summertime 2, fotografía de Manolo Bautista

Le siguieron otras series también vinculadas con la realidad pero cuyo tratamiento omitía las mediaciones metafóricas precedentes así como la creación virtual de las escenas, que no su construcción digital. Series transidas de una suerte de vanitas posmoderna que retrataban la condición efímera y banal de toda experiencia, fotografías que testifican la faz agónica de la sociedad del espectáculo cuando cesa la simulación y emerge patética esa otra realidad suspendida al contraluz de la memoria. También erigida en los confines de la realidad más próxima, la serie presentada hace un par de años en la Galería Rafael Ortiz en la exposición Artificios nos muestra una naturaleza contaminada por la sintaxis y la iconografía de los media, fundamentalmente la publicidad y el cine. Manolo Bautista ha operado por descontextualización para crear una realidad otra, una imagen retrofuturista tremenda: la de un mundo incierto en el que tanto la propia naturaleza como la sintomatología identitaria de la comunidad quedan mancilladas por la presencia inquietante e inconfundible de símbolos procedentes de otro contexto. Cortijos abandonados en mitad de la nada, construcciones rurales ruinosas, playas desiertas, unos y otras tatuados con logos de alcance planetario y reclamos de la carne, componen un paisaje arqueológico de la temible globalidad rampante.

Sin embargo la obra reciente que aquí presenta incorpora otros mecanismos. Ya se ha citado la descontextualización, un procedimiento del que se sirvió fundamentalmente el surrealismo y que Manolo Bautista también utiliza para hacer saltar la chispa de la extrañeza, para crear una situación o una atmósfera de realidad diferente de la habitual aunque atrapada entre los pliegues de la verosimilitud. Así lo hizo con las obras precedentes y así vuelve a hacerlo ahora, si bien aunque muestra las cartas sobre la mesa, aunque no oculta los ardides de su proceso de hiperrealización -sin abandonar esa tendencia de la fotografía construida que en su caso prescinde de figurantes– aborda otras estrategias que junto a las anteriores enriquecen su propuesta. Bien cambiando la escala de los elementos insertos en la escena para implementar su excepcionalidad, bien conjeturando la dificultad para discernir entre fantasía, paradoja y ficción, bien perturbando la funcionalidad de los significantes de la imagen o cuestionando la competencia de la representación como trasunto narrativo, lo cierto es que estas obras desentumecen la mirada e incitan a una lectura de nuestro entorno en clave de excepción.

* Texto publicado por la Galería Rafael Ortiz de Sevilla con motivo de la exposición de Manolo Bautista, Thinking like an artist, que se celebra  hasta el 8 de enero.

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