Cordoba: The Car

desde Nueva York: Fanelo Aguayo


Lo primero que me sorprendió cuando llegué a este país fueron los coches, su tamaño desmesurado, tan drásticamente alejado de la norma europea a la que estaba habituado. No es que nunca hubiese visto un Cadillac, un Buick o un Chevy, pero nunca había visto tantos juntos fuera de una película. Han pasado quince años, y después de poco razonar y mucho vagabundear me atrevo a decir –creo que con un amplio margen de error- que a una buena parte de los seres humanos nos molan los coches americanos, especialmente a los varones. La machina Americana, die Amerikaner auto constituye sin duda un magnífico símbolo de la masculinidad más ortodoxa: largo, ancho, potente, poderoso, impresionante, justo lo que se espera de un buen falo.

Sin embargo, más interesante me resulta la idea de que un gran número de esos autos son indiscutiblemente verdaderas obras de arte en serie, como los grabados de Doré o las litografías de Picasso. Los audaces y sorprendente diseños que la industria automovilística de los EEUU ha desplegado en los últimos cien años van mucho más allá de lo puramente industrial. Insisto, mucho más.

Por otra parte, la cultura pop americana no hubiera sido la misma sin sus automóviles. Tampoco el cine, y no me refiero exclusivamente al americano: en los años cincuenta y sesenta, los directores de la Nouvelle Vague francesa utilizaban Américain voitures sin pudor alguno en muchas de sus películas, particularmente Claude Chabrol y especialmente Jean Pierre Melville, quien en la vida real poseía uno.

En un sinfín de films y series de televisión, ese tipo de coche imponente aparece no sólo como uno de los personajes, sino incluso como uno de los protagonistas, y su sola presencia resulta crucial para el desarrollo de la historia. Es el caso del Gran Torino de Starsky & Hutch o el General Lee en The Dukes of Hazzard, entre tantos otros ejemplos. Existen incluso películas cuyo título es en sí un modelo de coche -si no que se lo pregunten a Clint Eastwood-.

En esta vorágine de arte, cultura, industria, sexualidad y naturaleza humana que conforma la idea del coche americano, nosotros los cordobeses –sí, nosotros- curiosamente, tenemos algo de lo que sentirnos orgullosos.

En 1975, Chrysler entró en el mercado de los coches de lujo de dos puertas con la presentación del modelo Cordoba –en inglés se suelen suprimir los acentos-. Se trataba de un coche diseñado para ser elegante y a precio competitivo. Originalmente fue destinado a la factoría Plymouth y se le asociaron nombres como Miranda, Premier o Grand Era. Sin embargo, las pérdidas que trajo consigo la crisis del petróleo de 1973 en modelos de grandes dimensiones –los llamados full-size C-body- inspiró a los ejecutivos de la Chrysler a buscar mayores ganancias comercializando este particular modelo como un Chrysler, marca por entonces más asociada a la elegancia y el lujo. El grueso de la publicidad recayó en un anuncio de televisión presentado por Ricardo Montalbán y el coche tuvo un enorme éxito, llegándose a vender más de 150.000 unidades el primer año.


Desde entonces y hasta la interrupción definitiva de su producción en 1983, las versiones del Chrysler Cordoba han sido múltiples, pero exponencialmente más numerosas han sido sus apariciones en el cine y la televisión. El Internet Movie Cars Database, por ejemplo, contabiliza casi 70, entre ellas películas como Hooper (1976), Con la rabbia agli ochi (1976), Home Movies (1980), The Toxic Avenger II y III (1989), Desperado (1995), C.R.A.Z.Y. (2005), y la más actual de todas Cordoba Nights (2007). La lista también incluye series televisivas como Dallas (1978-1991) y Alfred Hitchcock Presents (1985-1989). Un suculento currículum. Sin duda más impresionante que el del Seat Córdoba, aunque tampoco vayamos nosotros a restar méritos a este último: también estamos orgullosos de él, ¡qué diablos!.

En definitiva, Córdoba –para nuestra mayor gloria- ha sido, es y será muchas cosas, y eso incluye el haber dado nombre a un elegante y cinematográfico carraco americano. Oh, yeah!…¡Aunque Sevilla tenga un Cadillac

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Comentarios

e.b.a. ha dicho que…
Curiosa observacion ¡¡¡ Cierto que a todos nos impresionan esos carracos. Muchos de ellos han hecho historia y los relacionamos con la sociedad americana . Me gusta ¡¡¡
Anónimo ha dicho que…
Por mi sangre cordobesa, juro que me emocioné al leer el artículo.
Siendo cómo soy, gran aficionado a los "haigas" americanos (así se les llamó en nuestro pais)y conociendo un gran sinfín de marcas y modelos que a veces suscitan controversias cuando las nombro, era este un modelo desconocido para mí.
Gracias Sr. Aguayo por descubrirnos algo tan sutíl.
Chester D.-
casandra ha dicho que…
AMIGO FANELO, deberías leer más frecuentemente la Calleja de las Flores, descubrirías cosas y casos insólitos de Córdoba que estoy seguro que te iban a gustar:
http://www.callejadelasflores.org/?p=7297