¿Qué es el arte público?

por Rosa Colmenarejo



¿Qué es el arte público?
El arte público no trata acerca de uno mismo, sino de los demás. No trata de los gustos personales, sino de las necesidades de los demás. No trata acerca de la angustia del artista, sino de la felicidad y bienestar de los demás. No trata del mito del artista, sino de su sentido cívico. No pretende hacer que la gente se sienta empequeñecida e insignificante, sino de glorificarla. No trata acerca del vacío existente entre la cultura y el público, sino que busca que el arte sea público y que el artista sea de nuevo un ciudadano (1).

En 1968, el filósofo Siah Armajani inicia la redacción de un manifiesto que concluirá diez años más tarde, sobre el arte y el artista “públicos”. Con él trata de dar respuesta a sus inquietudes conceptuales sobre la incorporación del espacio libre en las ciudades como lugar para la exposición o instalación de obras de arte.

La ciudad es el lugar del arte público. Una vez reconocido el espacio público como lugar democrático de encuentro de las personas en la ciudad, se produce la pérdida del pedestal del monumento conmemorativo. La ciudad no puede estar ya tomada por artefactos ajenos a la vida cotidiana de las personas que la conforman. El sentido de la ciudad ha de ser recuperado, o quizá construido, a partir de la poesía de la que la impregnó Walter Benjamin en los primeros años del siglo XX.

La ciudad hizo que todas las palabras [...] o buena parte de ellas por lo menos, se vieran en sí mismas elevadas a la nobleza del nombre, revolución del lenguaje producida por lo común a todos, por la calle.
La ciudad es un cosmos de lenguaje conformado en los nombres de sus calles (2).

Uno de los síntomas del viraje hacia el discurso político en el arte será, precisamente, la eclosión del arte en el espacio público. Se trata, por un lado, de un rechazo al sistema de mercadeo de arte dominado por las galerías que les lleva, como en el caso de la Store de Claes Oldenburg, a conformar sus propios espacios de exposición y venta; también a una nueva forma de relacionarse con el público, adoptando técnicas teatrales, como ocurre en los happening y las performances y, finalmente, de conseguir atraer, involucrándolo, al gran público, aquel que normalmente no accede a los lugares institucionalizados. El gran público es la ciudadanía toda, la que pasea la ciudad, la recorre día a día, en su quehacer cotidiano. No es necesario “emplear” un tiempo en visitar el museo o la galería para admirar “arte”. El arte se instala definitivamente en la calle gracias al “arte público”.

Siah Armajani es testigo directo de esta nueva forma de relación con el público e intenta conceptualizar los términos de esta nueva forma de interaccionar con él. Sin embargo, ¿se trata únicamente ahora de depositar objetos en el marco urbano y esperar que alguien llegue a comprender mínimamente mis intenciones en tanto que artista?

Por otro lado, algo que había comenzado con una clara actitud inconformista pronto fue fagocitada por el poder institucional. En países como Estados Unidos, Francia o Alemania se aprobaron decretos, ya en los años sesenta, que obligaban a emplear el “uno por ciento” del presupuesto total de las obras públicas en costear “obras de arte” ligadas a su construcción. Apareció el denominado Plop art, arte caído (pesadamente) del cielo. Y así es como se denominan, aún hoy, en Estados Unidos a aquellas “obras de arte” de calidad mediocre que de forma aleatoria y arbitraria, se ubican en el espacio de propiedad pública.

"Arquitectos inexpertos y camarillas locales causaron en las ciudades un recargamiento de fuentes con ranas y encendidos mosaicos representando grullas. A mitad de los años sesenta, las ciudades comenzaron a contratar con más frecuencia a artistas renombrados. Empezó entonces el enfrentamiento tan desintencionado como frontal entre un público que nunca antes había visto arte contemporáneo y unos artistas que nunca habían pensado en un público ciudadano. Una alienación de más de cien años no podía borrarse de un plumazo". (Georg Jappe)

En este contexto es posible ubicar el inicio del manifiesto de Armajani con el que encabezábamos este texto. El “arte público” debe ayudar a superar esta alienación histórica. La ciudad, en tanto que espacio público debe proveer un nuevo marco de expresión al artista pero éste también debe esforzarse en facilitar al conjunto de la ciudadanía herramientas que le permitan comprender no sólo la obra en sí misma sino su sentido espacial y su utilidad colectiva. El “arte público” no es un “estilo”, no tiene unos rasgos formales o materiales que identifiquen un grupo de obras como próximas. El “arte público” es un actitud vital, una forma de vida, que hunde sus raíces en la democracia radical norteamericana, su filosofía y su poesía.

(1) Siah Armajani, “Manifiesto. El arte público en el contexto de la democracia americana” en AA.VV., Siah
Aramajani, Catálogo exposición Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1999, p.
(2) Obra de los Pasajes, P 3, 5 

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado el artículo:

El “arte público” no es un “estilo”, no tiene unos rasgos formales o materiales que identifiquen un grupo de obras como próximas. El “arte público” es un actitud vital, una forma de vida, que hunde sus raíces en la democracia radical norteamericana, su filosofía y su poesía.
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- A ver si toman nota determinados "gestores" de todo lo que se dice aquí.
casandra ha dicho que…
A mí también me ha gustado. Es solo un apunte, pero está repleto de referencias y puertas a la lectura más profunda sobre el tema.