La Caballería Roja


Kazimir Malévich , La Caballería Roja, ca. 1930
Óleo sobre lienzo, 91 x 140 cm, Museo Estatal Ruso, San Petersburgo
Álvaro Tarik / Ars Operandi

Reconozco que me gusta el Madrid frío y urbano prenavideño. Esa mezcla de caos antropológico a lo Blade Runner con escenas castizas y anacrónicas me resulta arrebatador. Lamento no recordar el nombre de la persona a quien oí decir una vez “Ver la nuca de quien camina delante de ti es algo muy triste”, porque aquello me pareció brillante, e ilustra perfectamente el inevitable espíritu anónimo y algo melancólico de millones de almas subyugadas al protagonismo abrumador de la gran ciudad. 

Cuando voy a ver una exposición, necesito el preámbulo del largo paseo para sentir con fuerza el cambio de dimensión que supone cruzar su entrada, así que hoy decido incrustarme en esta estampa viviente madrileña e impregnarme de su naturaleza en una caminata audaz hasta La Casa Encendida. Dejo el coche junto a la Glorieta de Bilbao y atravieso un bullicioso bosque de bolsas de compras por toda la calle Fuencarral; llego hasta Gran Vía y Callao; bajo hasta las Descalzas y Arenal, sorteando familias enteras, niños con globos, mendigos, agentes de policía, parejas de efusivos adolescentes, colas imposibles de compradores de lotería; continúo hasta la calle Mayor y busco un costado de la Plaza Mayor, donde el olor de las castañas asadas se mezcla con el de los bocadillos de calamares; me deslizo hasta Tirso de Molina y, a través de estrechas calles repletas de restaurantes turcos, bazares chinos, fruterías paquistaníes, pubs africanos y cafetines magrebíes, llego hasta Lavapiés; unos 300 metros más abajo, por la calle de Valencia, está La Casa Encendida. 

Acudo aquí atraído por el sugerente nombre de La Caballería Roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945 con el que el centro cultural de la Obra Social Caja Madrid presenta una exposición sobre el panorama artístico y cultural de la Rusia soviética de principios del siglo XX (fundamentalmente, los años 20 y 30) y su relación con el poder responsable de la construcción del socialismo, con Lenin y Stalin como máximos representantes. En realidad, más que una exposición, se trata de un gran proyecto multidisciplinar que ya se iniciara en octubre con una serie de conciertos de música clásica y contemporánea rusa (piezas de Scriabin, Prokofiev o Rachmaninoff, entre otros) a cargo de la violinista Tatiana Grindenko y su ensemble Opus Post, y el pianista Filipp Kopachevsky. 

También en octubre se proyectaron las tres partes del extenso film-ensayo Noticias de la antigüedad de la ideología: Marx – Eisenstein – El Capital, obra de casi 10 horas de duración construida por el director alemán Alexander Kluge a base de fragmentos documentales y de ficción, e inspirada en la idea del cineasta soviético Eisenstein de filmar El Capital de Karl Marx según la estructura narrativa del Ulises

El programa audiovisual se completa con una selección de los cortos y largometrajes más interesantes de los últimos diez años, a cargo de creadores como Alexei Balabanov, Sergei Loznitsa y Alexei Popogrebsky. Algunas piezas documentales nos llevan por la historia de Rusia, su cine y sus cineastas. 

La exposición, que puede verse hasta el 15 de enero de 2012 , está comisariada por Rosa Ferré, filóloga especializada en literatura comparada, comisaria de arte independiente y gestora de proyectos de exposición, con el asesoramiento en la parte musical del musicólogo Pascal Huynh. 

Repartidas por cinco salas del edificio están las obras pictóricas y escultóricas —junto con proyecciones de vídeo y reproducciones de música experimental y oficial— y las obras literarias que van desde los manuscritos de poetas como Anna Ajmátova o Ósip Mandelshtam, las sátiras de Mijaíl Bulgákov o Yury Karlivich Olesha, las obras de los llamados “compañeros de viaje” (Isaak Bábel, Borís Pasternak o Borís Pilniak), hasta las novelas heroicas que se escribieron para ensalzar con fines propagandísticos los grandes proyectos de los planes quinquenales vinculados al desarrollo económico.
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Aleksandr Deineka, Vladímir Mayakovski en el taller de la ROSTA, 1941
Óleo sobre lienzo, 200 x 140 cm, Museo Estatal de Literatura, Moscú
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La cantidad de talento artístico sin precedentes que se concentró en Rusia en las tres primeras décadas del siglo XX, con su aportación a la teoría y estética de la modernidad, estuvo dividida entre el colaboracionismo, la actividad simpatizante pero no adscrita políticamente (compañeros de viaje) y la objeción represaliada. Lenin, Stalin y su entorno aprovecharon la energía creativa de aquella sociedad en beneficio político propio, estableciéndose el último como única competencia en la administración, control, instrucción y censura del arte y la intelectualidad rusos, y llegando incluso a considerar la actividad artística misma como sospechosa de constituir un caldo de cultivo para la burguesía. En la pared de un rellano de La Casa Encendida leo: 

"El comportamiento de Stalin es demasiado rudo y brutal, y esta falta, soportable en las relaciones entre los comunistas, se convierte en insostenible en la Oficina del Secretario General. Propongo a los camaradas encontrar una manera de remover de su cargo al camarada Stalin y proponer otro hombre que difiera de Stalin, principalmente que sea más paciente, más leal, atento y respetuoso de sus camaradas, menos caprichoso, etc."

Se trata de un extracto de la carta dirigida a sus camaradas que Lenin escribiera en su lecho de muerte el 4 de enero de 1924. 

Al entrar a la primera de las salas, me encuentro con el óleo que da nombre a la muestra, La caballería roja, de Kazimir Malévich. No empiezo bien, me salta el flash de la cámara. Una amable vigilante me recuerda que esa es una fea costumbre. Le sonrío y pido disculpas, me dan ganas de abrazarla (¿será el espíritu de la Navidad?). Las líneas horizontales de la pintura me invitan a continuar la visita. Suena de fondo La Internacional

A lo largo del recorrido por las cinco salas, me deleito con el constructivismo de Aleksandr Ródchenko, el realismo socialista de Yuri Pímenov, las maquetas de Gustavs Klucis y Piotr Mitúrich, el fauvismo de Marc Chagall, las robustas pinturas figurativas de Aleksandr Deineka y Kuzmá Nikoláyev, las composiciones abstractas de Liubov Popova y Vasili Kandinsky, los diseños de vestuario de Varvara Stepánova, Aleksandra Ekster y El Lissitzky, el proyeccionismo de Kliment Redko, los dibujos de Serguéi Eisenstein, los carteles de Vladímir Mayakovski… Y ese conmovedor retrato de Anna Ajmátova pintado por Kuzmá Petrov-Vodkin del que uno no puede apartar la vista. 
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Kuzmá Petrov-Vodkin, Retrato de Anna Ajmátova, 1922
Óleo sobre lienzo, 54,5 x 43,5 cm, Museo Estatal Ruso, San Petersburgo
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Los visitantes acarician las obras con la mirada, un examen cauteloso y sobrecogido de quien admira su calidad e importancia superlativas pero conoce las luces y sombras de su contexto histórico. En su tiempo, la mayoría fueron ignoradas como postulados artísticos innovadores y utilizadas como precepto y propaganda —con o sin la aquiescencia de sus autores— sin que esa fuera necesariamente la finalidad de su concepción. 

Emprendo el camino de vuelta hasta Glorieta de Bilbao. A estas horas hay más gente aún por las calles. Vuelvo a acordarme de aquellas palabras, de su mensaje tan insondable que no quiero descifrar del todo para que permanezca así en el espacio de la poesía: “Ver la nuca de quien camina delante de ti es algo muy triste”. 

Feliz Navidad.

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La caballería roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945
Ronda Valencia 2, 28012 Madrid
Hasta el 15 de enero de 2012

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Comentarios

Miguel Gómez Losada ha dicho que…
Gracias por el texto y la selección de imágenes, Álvaro, Feliz Navidad
Álvaro Tarik ha dicho que…
Gracias a ti, Miguel. Un abrazo.
laura ha dicho que…
Me ha encantado, gracias por compartir :)
Álvaro Tarik ha dicho que…
Un placer, Laura.
Anónimo ha dicho que…
Excelente entrada! Nos has permitido, pura y simplemente, visitar la exposición contigo! Sólo nos ha faltado tomarnos las cañitas en uno de esos tabernáculos de Lavapiés! Una pena!

En el tema de la nuca, sin embargo, difiero un pelín: en la cultura tradicional japonesa la nuca de una mujer es su parte más sensual. Así que depende de quién va delante y quién va detrás!

Rock and Roll power, Maestro!!!

fanelo
Álvaro Tarik ha dicho que…
Querido Fanelo, en el frío gris y urbano de Madrid, la mayoría de las nucas que uno ve cuando camina empaquetado entre la multitud están bastante desarregladas. Ya me gustaría que este fuera un paraíso de nucas japonesas, pero me temo que el paisaje es más sórdido que el que tú propones —y con el que tan de acuerdo estoy—.

Lo de las cañas, espero que sea pronto. En Lavapiés o donde sea.

Un abrazo, amigo!
srfimia ha dicho que…
También yo he sentido mucha admiración y fuerza con esta exposición. Me ha gustado descubrir que detrás de esas nucas anónimas hay mucho más y que una actividad creativa como la que se presenta en esta exposición nos puede conmover, a pesar del paso del tiempo y el peso de la historia.
PD: Las nucas siempre han sido una de mis partes preferidas del cuerpo. Sugerentes y personales.
Paco Muñoz ha dicho que…
Excelente narración y sugestiva. Y de la Sra. Anna que decir impactante cuadro. Feliz año.