Vampirismo, parásitos y simbiosis. Richard Prince y Picasso


Sin título, 2011. Inyección de tinta, lápiz graso, pastel, acrílico y carboncillo sobre lienzo 
© Richard Prince. Foto: Robert McKeever
A. L. Pérez Villén/ Ars Operandi

Tercera entrega del interesante proyecto de confrontar la figura y la obra de Picasso con creadores actuales. Primero fue el videoartista Bill Viola, después el iconoclasta alemán Martin Kippenberger y ahora le llega el turno al polémico y lúcido Richard Prince. En este caso se trata de un encargo específico del museo al artista estadounidense que le ha mantenido dos años trabajando en torno a la obra de Picasso. Así sin más y sabiendo cómo se las gasta Prince –célebre en su afán por hacerse con imágenes ajenas y rescribirlas bajo otro contexto semántico- podemos esperar cualquier cosa de este encuentro, una suerte de vampirismo consentido incluso, si tenemos en cuenta que la probable víctima (Picasso ya está fuera de juego y no puede actuar en la partida) no dejaba pasar la ocasión de nutrirse con lo desgranado en sus contactos con otros artistas. Reunión de artistas vampiros, entonces, que ha tenido como consecuencia que de Prince se exhiban casi un centenar de piezas, la mayoría realizadas para la ocasión : grafitos y acuarelas de los años 70 –las primeras muestras del interés del norteamericano por el maestro malagueño- collages y fotocollages recientes y lienzos de gran formato también recientes.

Sin título, 2011 
Ink jet, lápiz graso, pastel y carboncillo sobre lienzo © Richard Prince. Foto: Robert McKeever
El origen de la obra de Richard Prince permanece vinculado con el papel impreso –estuvo trabajando en una hemeroteca- ya sea por insertar fragmentos de publicidad o por hacer uso de la iconografía de los media y la cultura popular y visual norteamericana. Esto confiere a su obra un aspecto dibujístico, si bien en los grandes formatos que ha realizado para Málaga la imagen de procedencia fotográfica debe compartir protagonismo con el dibujo abocetado que distorsiona las formas anatómicas (desnudos femeninos) y la pintura –esparcida delicada y parcialmente sobre los fondos- y todo ello para encajar una coreografía del deseo bajo la advocación picasiana. No sé si por cortesía o sintonía pero lo cierto es que estas obras recientes de Prince abandonan el estilo incisivo y perturbador de producciones precedentes, en las que releía los mitos populares de la cultura del comic desde la óptica del underground y la crítica institucional para abrazar ese hálito, esa sombra picasiana que se advierte también en otros autores –con los que quizás haya compartido intereses, afectos y generación- como es el caso de George Condo o J.M. Basquiat.

 Sea como fuere Prince no se pliega a la estilística expresionista del maestro malagueño en una suerte de homenaje implícito a sus predecesores en las composiciones festivas de desnudos femeninos –no tanto Cezanne como Matisse o Ingres- para presentar un catálogo de figuras danzantes en las que, no obstante el eco picassiano y de autores precedentes (ya citados), también se intuye el gesto dislocado, gratuito y perverso del norteamericano. Quizás por las poses de las figuras o por la alternancia combinatoria de éstas, algunas obras evocan el espíritu negroide de las obras germinales del cubismo picasiano cuanto la atmósfera de burdel en la que estaba asentada su pieza más emblemática. Aquí y ahora las prostitutas de la Calle d´Avinyó parecen adoptar el semblante y la actitud de una stripper convencional e incluso la mirada torva y el gesto contradictorio de una cita bondage. En esta serie de obras se aprecia la actualización de esa mirada cargada de deseo que siempre estuvo en Picasso y que ahora ejerce Prince. Una mirada sugerente en la que la obscenidad está descartada por más que las alusiones a prácticas sexuales impregnen la disposición de las figuras a tatuarse en la piel, a calzarse y a coronarse con apéndices picassianos y en definitiva a trocarse en símbolos que colmatan apetitos y pulsiones.

Obras de Richard Prince en el Picasso de Málaga. Fotografía: Jesús Dominguez ©Museo Picasso Málaga
Las pruebas del interés de Prince por Picasso se remontan a los años 70 cuando inicia una serie de grafitos y acuarelas en las que se percibe el influjo del español en el arte contemporáneo. Más notable –por inscribirse de lleno en el universo lingüístico de Prince- resulta un extenso conjunto de obras de pequeño formato en cuyo soporte (papeles impresos procedentes de catálogos de exposiciones de Picasso) interviene como si de collages se tratase, aunque el resultado no deje de ser un eco de la iconografía y la estética picasianas. Quizás se trate de la serie con la que más lejos se llega en el intento de activar la potencialidad del legado de la figura (y la obra) bajo la que opera el museo. En otras palabras, una actualización de la impronta de Picasso en la creación contemporánea, un ejercicio de estilo (picassiano) de la mano de Prince. Especial mención merecen una serie de obras en las que el norteamericano vuelve a revisitar, ahora aisladamente, el desnudo femenino. Son figuras que evidencian los recursos expresionistas derivados de la lógica del cubismo y en las que se equilibra el dramatismo implícito a dicha operación mediante la inclusión de un timbre azulado que contrasta con la negrura de las máscaras. Muy al contrario en la serie hermana cae seducido ante la estrella de sombras que hilvana la estela tradicional de la España negra de Goya, a través de Solana y Saura, con el claroscuro amenazador de Caravaggio. Una opción que aunque en principio se nos antoje como una claudicación de estilo, en realidad reabre el capítulo de la relación que Picasso mantuvo con sus mujeres. Y aunque Prince no sea muy explícito al respecto, la atmósfera opresiva y perniciosa de estas obras en contraste con la jovialidad (nimbada de azul) de aquellas otras, en las que, por cierto, mantiene las mismas figurantes, posiblemente sea suficiente para albergar la sombra de una reticencia al respecto.

Prince / Picasso 
Museo Picasso Málaga 
Hasta el 27 de mayo

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Comentarios

srfimia ha dicho que…
Este articulo vuelve a refrescarme la idea de que Málaga sigue ganando terreno a Sevilla en su apuesta por el arte contemporáneo y en convertirse en algo más que una ciudad con pescaito frito y playa para ciudadanos y turistas.

Su texto de la exposición Sr. Pérez vuelve a engancharme. Y me quedo con su comentario de que en estas obras de Prince "se aprecia la actualización de esa mirada cargada de deseo que siempre estuvo en Picasso" y que me resultó tan latente en las piezas de la colección permanente del Museo. Un vampirismo del desnudo femenino que evoca el deseo. O, al menos, a mi me lo parece.

Gracias por redactar tan bien y tan fluido.
Paco Muñoz ha dicho que…
Interesantísimo reportaje. Todos los días se aprende con vosotros. Muchas gracias.