J.R. Barbancho publica un estudio sobre fotografía contemporánea en Andalucía


Sin título, 2006. Fotografía de Gonzalo Puch
Redacción/ Ars Operandi

La fotografía  como  herramienta idónea  para construir narraciones e  indagar sobre cuestiones sociales es la base sobre la que se asienta el trabajo de investigación llevado a cabo por el crítico y comisario de arte cordobés Juan Ramón Barbancho. La imagen como fábrica, editado por el Centro de Estudios Andaluces, recoge la obra de una serie de creadores que trabajan en nuestra comunidad y que utilizan la fotografía como soporte habitual para la puesta en práctica de unos trabajos que comparten interés por “producir relaciones con el mundo”. El estudio aborda la imagen fotográfica como "una representación de la sociedad y la cultura donde están realizadas las obras". Son imágenes que, para Barbancho, cuentan con una eminente raíz conceptual: "la idea, allí donde se genera lo que el creador quiere contar, es el principio del trabajo; la imagen es, por tanto, una fábrica  —en el sentido de construcción—  en la que se convierten las ideas en formas".

El estudio rehusa desde el principio plantear una especificidad propia de la fotografía contemporánea andaluza. Al analizar los trabajos de los autores presentes en el libro, todos vinculados de alguna manera con Andalucía, encontramos una gran diversidad de propuestas, "algo que es común a los artistas de todos los países y que, en el caso que nos ocupa, es posible agrupar por temas o intereses". Además, apunta "los objetivos e intereses de su trabajo coinciden con los de otros muchos creadores, lo que no es sino una muestra más de que los elementos que confirman el uso de la fotografía y las maneras de hacer en la contemporaneidad, independientemente de límites territoriales, presentan convergencias tanto formalmente como en las temáticas tratadas". De esta manera, la monografía se articula mediante seis capítulos que aluden a cuestiones de género, identitarias, sociales y políticas. Y es que para Barbancho "en la mayoría de los casos el lugar no determina la obra,  los trabajos sobre el cuerpo, como la naturaleza, la ciudad y desde el feminismo se pueden elaborar tanto en Andalucía como en cualquier otro lugar del mundo".

Cinco retratos de nadie, fotografías de Fernando Baena
La exploración del yo a través de la fotografía es una constante desde las primeras prácticas conceptuales de los sesenta. Dentro del ámbito andaluz hay algunos artistas que "han buceado en su propia imagen, tanto como un testimonio de sí mismos como para otras cuestiones". En La fotografía como autobiografía encontramos los trabajos camaleónicos del cordobés Rafael Agredano en los que "explora las posibilidades y capacidades de la imagen como formas de identificar roles y por su facilidad para utilizar el cuerpo, el propio en este caso, como identidad y como transformismo". Del también cordobés Fernando Baena el estudio analiza su serie de retratos intervenidos con el rostro del artista, una reflexión "sobre el tiempo y sobre la propia imagen, sobre la verdad y el engaño de lo que somos o lo que parecemos ser". Más particular resulta para Barbancho la obra de José Manuel Sánchez Valladares quien utiliza su propio cuerpo para levantar cartografías por medio de las figuras que emergen de su piel muerta. Dentro de este "cuerpo narrativo" sitúa el autor la obra de la pareja de artistas MP&MP Rosado, "un trabajo sobre la imagen del doble y el espejo, utilizando su propia dualidad de gemelos y estableciendo un juego de miradas que se presenta a la vista del espectador como un juego de engaños".

1m2 from Cuba, fotografía de Ángel García Roldán

El cuerpo en el arte contemporáneo es, para el autor de La imagen como fábrica, "mucho más que un tema o una tendencia. Es, como dice la artista norteamericana Barbara Kruger, un verdadero campo de batalla y un problema político, porque el cuerpo es fundamentalmente político". La exploración de las diferentes posibilidades de representación y polisemias del cuerpo humano es para Barbancho una de las principales estrategias dentro de las prácticas contemporáneas y destaca de entre las diferentes narraciones que elaboran, aquellas en las que el cuerpo es tomado como "metáfora de territorio, identidad y complejidad de la existencia humana". En este capítulo hallamos trabajos  como los de  Concha Laverán en los que "los lenguajes de acción en los que el cuerpo es el gran protagonista se entienden como experiencias vivenciales". Las obras de Moisés Robles "crean figuras extrañas que llegan incluso a desvirtuar la imagen creando una suerte de transformaciones que rayan con lo abyecto". Las situaciones de Jesús Micó son para Barbancho una estrategia para elaborar una lectura del cuerpo como "espacio expandido en narraciones de la cotidianeidad". El estudio saca también a colación las primeras cajas de luz de Dionisio González, cuerpos en cajas que "presentan a la naturaleza humana como enlatada, cosificada, a la vez que clasificada para ser estudiada por un experto sociólogo o un coleccionista de especímenes raros". Marisa Mancilla desarrolla un trabajo de investigación "aprovechando la presencia y las posibilidades del cuerpo, sobre una serie de asuntos que tiene que ver tanto con la propia persona como con sus relaciones con los demás y con el espacio". De Noelia García Bandera se analizan obras como las que componen la serie Vánitas, que resultan para el autor un "interesante ejercicio de identidad y memoria al contraponer la imagen actual de diferentes mujeres con una fotografía suya de cuando eran jóvenes".

Ciclos lunares, fotografía de David Luna

Un ejemplo de utilización del cuerpo como soporte de la identidad constituyen según Barbancho los trabajos sobre tribus urbanas de Miguel Trillo. Trillo fotografía a los personajes en su entorno habitual, "por lo que no solo resulta una fotografía de la persona con una imagen particular, sino también el entorno urbano en el que se desarrolla su vida". Francisco Reina comparte interés con Trillo en el retrato de personajes que pertenecen a diferentes tribus urbanas aunque en su caso las fotografías se desarrollan en escenarios más neutros. Una relación "artificial e impuesta del cuerpo natural" resultan para Barbancho las fotografías de José Valera en las que plantea "el trabajo con el cuerpo desde la doble perspectiva teórica del desnudo y la desnudez, enfrentando cuerpos no vestidos en situaciones cotidianas a otros vestidos en el mismo espacio". Los cuerpos desnudos son también protagonistas en series recientes de Cristina Lucas. En Desnudos en los museos la artista jiennense sitúa a los retratados en "un espacio para la cultura y los hace relacionarse con las obras allí expuestas, estableciendo así una conversación o simbiosis extraña aunque no por ello carente de sentido". Otras estrategias en torno al cuerpo encuentra Barbancho en las obras de José Alberto López y Miguel Martín Rueda. Los retratos de enanos y monjas de Carlos Aires "son más bien aproximaciones psicológicas—tiene una cierta carga de ironía y un cierto halo de humanidad tierna". Por su parte, Fernando Bayona "hace del cuerpo, su representación y sus relaciones, el eje central de su trabajo". Para Barbancho, el artista linarense "tiene la habilidad de crear con la fotografía una serie de historias, habitualmente en complicados escenarios barrocos, donde destaca la elaborada puesta en escena y el sentido que se nos quiere transmitir". A medio camino entre la fotografía y la performance sitúa los trabajos de Ángeles Agrela y refiere que "en sus obras no hay exactamente un estudio del cuerpo, sino más bien la utilización de este como soporte de otras narraciones en las que a menudo se presentan relaciones de poder de unos sobre otros". Díficil de encasillar resultan para el autor los trabajos de A. D. Resurrección.  Series como El nadador o Cortina Rasgada son fruto de un proceso de trabajo "tremendamente metódico donde la misma importancia tiene tanto la investigación teórica como la elaboración de las piezas".

Tres son los artistas cordobeses que figuran en el capítulo El cuerpo y la fotografía. David Luna con  sus series sobre la intimidad, unas imágenes que nos sitúan en la posición de voyeurs "no sólo porque nos hace entrar en la intimidad de los fotografiados, sino porque él mismo se sitúa en la escena abriéndonos como una mirilla —el objetivo de la cámara— por la que podemos fisgar en lo que están haciendo". Ángel García Roldán muestra trabajos realizados durante sus estancias  en Cuba entre los que incluye la series 1mfrom Cuba, El edén de los balserosConmigo mismo casi contra mí mismo, "donde el artista se traviste del Che Guevara tal como aparece en las fotos de una famosa entrevista, adoptando sus poses. Evidentemente el interés del trabajo no radica en el disfraz sino en la utilización del icono". Completa la terna Verónica Ruth Frías, quien de la mano de Cyro García presenta Tonto el que lo lea, "un proyecto común en el que el cuerpo —el de Verónica— es el soporte. Un trabajo donde a través del concepto, el proceso y la obra, quieren poner de manifiesto la paradoja que se desprende del arte contemporáneo en general".

Quiero ser Angelina, Jolín!, 2005. Fotografía polaroid de Verónica Ruth Frías

El cuerpo de la mujer ha sido para Barbancho "tradicionalmente un lugar político en el que actúan las relaciones de poder y de resistencia" y retoma las palabras de África Vidal cuando ésta afirma que el arte de las mujeres no es "ni un estilo, ni un movimiento, sino un sistema de valores, una estrategia revolucionaria, una forma de vida". El estudio manifiesta que en Andalucía son numerosas las mujeres que hacen del cuerpo "soporte de su discurso y metáfora de su obra". Y añade "en este caso, como en otros, la elección del medio no es arbitraria sino que busca que el material sea parte del discurso. Las propiedades del material son efectos y potencialidades asociativas y simbólicas". En Reflexiones de género coinciden algunas de estas artistas que más se han significado en nuestra comunidad en cuestiones de género como es el caso de Pilar Albarracín quien en numerosos trabajos fotográficos cuestiona el papel de la mujer y enfatiza la presencia de los tópicos asociados a lo andaluz. Albarracín cuestiona en sus trabajos "los aspectos más tópicos de lo andaluz que el franquismo vampirizó como metonimia de lo español, y se sumerge lúdica y críticamente en ellos". La producción artística y la teoría feminista del arte se dan la mano  en los trabajos de artistas como Carmen F. Sigler quien utiliza su propio cuerpo como "imagen y como soporte, pero dentro de una realidad en la que es el cuerpo de mujer y no cualquier cuerpo, como ocurre habitualmente en las narraciones vinculadas con el feminismo". Las obras de Cristina Lucas, afirma Barbancho,  se han caracterizado desde sus inicios "por poner de manifiesto un fuerte compromiso feminista, hacer de su trabajo, como lo hacen otras muchas, una plataforma de reflexión y visibilidad de las cuestiones de género". Los trabajos de Noelia García Bandera forman parte de proceso de investigación que "parte desde sí misma, desde su propia condición de mujer y aborda múltiples temas que se asocian a la condición femenina, como el ideal de belleza, que tantas veces trata a la mujer como un adorno, pero también asuntos como el matrimonio, la edad o los roles sociales". Pero las cuestiones de género no deberían para el autor acotarse sólo ámbito de la mujer, "también los hombres somos género", afirma, y pone como ejemplo la serie Milkabouts del linarense Fernando Bayona en la "se adentra en la relación entre los cuerpos, ofreciendo imágenes amorosas e implícitamente sexuales y de identidad".

Notable presencia en este capítulo de autores cordobeses como Paka Antúnez y Verónica Ruth Frías, quienes muestran sendos autorretratos con perspectiva de género o Manuel Muñoz de quien se analiza la serie de retratos sobre tres generaciones de mujeres cubanas. El de Antúnez es para Barbancho "un trabajo interesante, muy en la línea de Risk Hazekamp, donde presenta una dualidad de retratos en los que ella misma aparece caracterizada como mujer y como hombre". Aunque Verónica Ruth Frías "no elabora habitualmente discursos de género con su trabajo", el autor detecta en obras como Quiero ser Angelina, Jolín!, una denuncia de "esos estereotipos de belleza impuesta y falsificada por el quirófano a los que se pretende obligar a la mujer". Por su parte, Manuel Muñoz presenta  Mujeres 23ºN,82º30´O  la serie de fotografías  realizadas en La Habana en 2005. Muñoz retrata  tres generaciones diferentes de mujeres cubanas, "las que han vivido una revolución, las que se han desarrollado en el aislamiento y las que miran hacia el futuro".

Berquerencia, 2010. Fotografía de Manuel Muñoz

Otro de los aspectos de los que se ocupa el trabajo de investigación de Juan Ramón Barbancho es el que aborda las relaciones entre arte, política y sociedad. La recuperación de la memoria histórica es, para su autor, "un hecho justo y necesario sobre todo en aquellos países o comunidades donde ha ocurrido un enfrentamiento bélico". En este punto encuentra una conexión entre los trabajos de José Muñoz y los del cordobés Manuel Muñoz. Ambos, afirma, comparten "ese afán de justicia y reparación que persigue la Ley de Memoria Histórica". El tema de la emigración es tratado también por Manuel Muñoz y por Valeriano López en series en las que el sueño de Europa "se alza como una utopía, pero no únicamente para los inmigrantes, también para nosotros ya lo es, una utopía de cultura y bienestar". En Otras formas de lo social, Barbancho explora "el campo del arte y sus relaciones con la política y la sociedad". Aquí el autor destaca el trabajo de Isidro López Aparicio, Aitor Lara y Atín Aya y subraya al respecto que "enfrentarse al otro como diferente, olvidando que también nosotros somos muchas veces el otro, o podemos serlo para los demás, hace que nos replanteemos nuestra propia situación en el mundo y en la sociedad".

Halong I, fotografía panorámica de Dionisio González

El paisaje, y por extensión la naturaleza, no es un género cultivado desde antiguo en la historia del arte. Para el autor de La imagen como fábrica  no es hasta mediados del siglo XVI con La tempestad de Giorgione cuando el paisaje adquiere el protagonismo exclusivo dentro de la obra. Más tarde habría que esperar hasta la llegada del Romanticismo para que  la naturaleza  fuera entendida "como lugar de inmersión y de experiencia o bien la finitud del Hombre frente a la infinitud de aquella". En nuestros días coexisten diferentes perspectivas a la hora de abordar el género del paisaje, por una parte "el concepto de paisaje propiamente dicho y por otra su construcción o la creación de una naturaleza intervenida por el autor, e incluso re-creado de una manera más visionaria que real, tal vez buscando ese mundo feliz". Paradigma en Andalucía de esta nueva construcción del paisaje resultan para Barbancho las intervenciones fotográficas sobre arquitecturas que elabora desde hace años Dionisio Gónzález, "una forma de reciclaje y apropiacionismo muy posmoderna, una forma de revisitar lo ya dado, de aportar una nueva lectura y, sobre todo, de dar visibilidad a este mundo, con todo lo que ello tiene de vinculación del arte con la sociedad".  Gonzalo Puch y Juan del Junco, dos generaciones distintas de la fotografía andaluza, comparten en sus obras  interés por conectar la figura humana con la naturaleza y por considerar el paisaje como un elemento de estudio y representación. Mientras Gonzalo Puch "trabaja imágenes teñidas siempre de una intensa orientación poética y conceptual", el fotógrafo jerezano "aborda el paisaje, y su relación con el cuerpo, de una manera absolutamente peculiar".

Dentro de esta concepción del paisaje como "un constructo, una elaboración mental realizada sobre algo ya dado" se enmarcan algunos de los trabajos de A.D. Resurrección. Asunción Lozano en la serie Lugares comunes  utiliza la metáfora de las plantas trepadoras para hacer patente "la fuerza de la naturaleza para llegar a sitios imposibles, en definitiva para abrirse camino por donde parece no haberlo".  Un "paisaje con figuras" constituyen para Barbancho las imágenes de Miguel Ángel Tornero, "paisaje extraño donde habitan figuras más extrañas todavía". Una vocación romántica, advierte el autor en los trabajos presentados de Rafael Liaño,  Miguel Martín Rueda, Hector Bermejo y Fernando Bayona. El paisaje, por su parte, se convierte en Carlos Aires en  "un  escenario o telón de fondo de otras historias sobre lugares de encuentros sexuales esporádicos".  Una vuelta de tuerca a la visión de la naturaleza proporciona para Barbancho la serie Absence de Francisco Reina, el bosque como un "espacio o lugar natural donde dar rienda suelta a nuestros sueños". El paisaje urbano es para José Guerrero  terreno abonado para labrar "una mirada, introspectiva y analítica, que le lleva a realizar trabajos como Efímeros, donde constituye una reflexión sobre el paso del tiempo, la memoria y el olvido a través de los límites de la ciudad". Cierra el capítulo El paisaje como fondo una reseña de  trabajos de Celia Macías en los que muestra su interés por "investigar en el extrarradio de la ciudad, en la relación del hombre, la memoria y el espacio, en esos confines donde la periferia identifica la urbe tanto como los barrios del centro".

Campos de juego VII, fotografía de Tete Álvarez
En Estudiar el territorio. Cartografiar la mirada, Juan Ramón Barbancho analiza otras formas de abordar el tema del paisaje y la ciudad. Revisa así series del artista   Tete Álvarez –Campos de Juego, Topometrías, Confines– que tienen a la ciudad como campo de operaciones y que para el autor "no constituyen, en absoluto, una forma de captar y/o adentrarse en el paisaje al uso, más bien, como toda la obra de Álvarez, suponen el ejercicio de analizarlos con una mirada diferente, casi con un interés por medir el paisaje y el espacio". Barbancho encuentra "una sintonía" entre este trabajo de Tete Álvarez y el de A. D. Resurrección en Mapas de desplazamiento, "un interés común, ya que en la obra del segundo también hay un cierto interés por medir la ciudad, las calles y las esquinas; una suerte de apropiacionismo del espacio". Un trabajo "casi cartográfico" elabora  José Luis Tirado con sus imágenes de la Bahía de Algeciras "fotografiando y denunciando una situación de desarrollo precario y ficticio y la destrucción del entorno natural de la bahía". Gran parte del trabajo fotográficos de Chema Alvargonzález tienen también el escenario urbano como telón de fondo. La ciudad es representada como "laberinto y causa de múltiples realidades, también sociales, que son expresadas mediante la destrucción y fraccionamiento de las imágenes". Para J.R. Barbancho las obras de Francisco Reina no realizan "un análisis de la ciudad como tal, sino que la toma como escenario de otros asuntos, tal vez más profundos y preocupantes". Cierra el capítulo Juan Carlos Robles de quien se reseña la serie de 2007 desarrollada en el entorno de la Alameda de Hércules de la capital sevillana en la que "selecciona fachadas que identifican otros tantos lugares que han tenido un protagonismo especial en épocas pasadas".

Touched by the hand of God, fotografía de Juan Carlos Bracho

En La fotografía híbrida, Barbancho retoma las teorías de Rosalind Krauss sobre el campo expandido para concluir que el medio fotográfico es el que "mejor encarna los postulados de la posmodernidad". Esta taxonomía de la fotografía que el autor califica de "expandida o híbrida" constituye  "una de las características de esa posmodernidad". Y añade que estos autores estudiados  "que trabajan en el campo de la hibridación entre fotografía y pintura toman imágenes y temas ya tratados por la pintura —llegando hasta la composición entera de un cuadro—, como también ocurre en el vídeo". Ejemplos de este campo expandido son las fotografías de Víctor Manuel Gracia. El artista sevillano pone en escena composiciones que beben de la tradición barroca andaluza en una estrategia apropiacionista que para Barbancho  "no es sólo una búsqueda de inspiración en una estética ya asentada, sino que busca ser más bien un retorno a determinados temas, bajo un prisma diferente, como lo han hecho ya muchos otros autores". El trabajo, en principio pictórico de Felipe Ortega Regalado  "se expande hacia la fotografía y el vídeo (como imagen-movimiento, pintura-movimiento) y plantea una interdisciplina híbrida que, compartiendo lo visual de la pintura, expande a ésta hacia los medios audiovisuales, junto con los lenguajes, la amplitud de las imágenes, los medios técnicos que las producen, las prácticas visuales y su relación significativa con el espacio, el tiempo y el espectador." La posproducción, en el sentido que le otorga Bourriaud, es la seña de identidad para Barbancho de los trabajos de María Cañas. Cañas muestra en ellos su interés por "la investigación y la mezcla, dando como resultado una obra híbrida donde la apropiación de imágenes, muchas de ellas perfectamente reconocibles, de obras antiguas, documentales y películas que se conservan ya en el imaginario colectivo son el objetivo final". La hibridación en el caso de Juan Carlos Bracho consiste para el autor de La imagen como fábrica,  en "una mezcla entre la acción, el dibujo, la fotografía y el vídeo". Un proceso en el que "la repetición del gesto es la base fundamental y a través del cual va configurando un espacio conceptual y ficticio, el del dibujo, hasta que toda la superficie queda prácticamente cubierta".

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Enhorabuena JR. Textos divulgativos como este es lo que necesitamos para tomar conciencia del potencial de los artistas andaluces. Un abrazo

Sara Pulido
Paco Muñoz ha dicho que…
Extraordinario estudio sobre la fotografía contemporánea. Buenos trabajos para una no menos buena Web divulgativa.
Saludos.