José Sánchez Muñoz y la fotografía de entre siglos


TRIBUNA ABIERTA

José Sánchez Muñoz. Visita de Alfonso XIII. Coche real en El Triunfo, 1903.
Imagen digital del negativo original al gelatino bromuro. Archivo Palacio de Viana.

Antonio Jesús González / para Ars Operandi 

La fotografía es un invento muy joven, apenas 175 años nos separan de la presentación oficial al mundo del descubrimiento de Joseph Nicephore Niépce y Jacques Mandé Daguerre1 allá por 1839. Desde entonces la fotografía se ha propagado por nuestra sociedad como un virus, convirtiéndose en pilar indispensable de la comunicación gracias a su lenguaje universal, reconocible y entendible por cualquier espectador de nuestra aldea global. 

Gracias a la revolución digital, hoy el acto fotográfico es algo tan trivial como meterse la mano en el bolsillo y sacar un teléfono con una cámara de 8 megapixels para hacer las fotografías de la reunión familiar y en el acto enviarlas al rincón más alejado del planeta. Las imágenes nos rodean, nos seducen y nos apabullan en cualquier lugar, ya sea en una valla publicitaria, en el último gadget tecnológico o en los tradicionales medios de comunicación. 

Sin embargo, esto no siempre fue así. Aunque quizás los más jóvenes no lo crean, hubo un tiempo en que una fotografía era un objeto de lujo que estaba sólo al alcance de las clases sociales más acomodadas. Obtener una instantánea de un ser querido no sólo podía costar más de lo que ganaba un obrero en un mes sino que, además, requería varios minutos de inamovible pose ante la gigantesca cámara del fotógrafo. Los más afortunados poseían una o dos fotografías en toda su vida y a muchos le realizaban su primer retrato ya fallecidos. 

José Sánchez Muñoz. La familia de José Sánchez Muñoz en un automóvil, circa 1900.
Imagen digital del negativo original estereoscópico al gelatino bromuro, detalle. Archivo Palacio de Viana.
Pero estas circunstancias son historia, porque la fotografía nació con dos genomas inmutables inscritos en su ADN: evolución y universalidad. Desde su forma primigenia la fotografía no ha dejado de mutar en dos direcciones: la tecnológica y la lingüística, estando ambas siempre interrelacionadas. Así pasó en 1871, cuando el médico británico Richard Leach Maddox2, aparentemente motivado por algo tan frívolo como el mal olor de las placas al colodión húmedo, descubre una nueva emulsión, los negativos al gelatino bromuro. Este hallazgo provoca en la fotografía decimonónica un terremoto de dimensiones bíblicas que vuelve del revés el mundo de la imagen y la proyecta hacia la modernidad del siglo XX. 

Los negativos al gelatino bromuro, también llamados placas secas o placas relámpago, aportaban técnicamente sólo dos cualidades novedosas sobre el resto de películas conocidas hasta la fecha, aunque determinantes para iniciar una profunda renovación del medio: 
1 El fotógrafo ya no tiene que emulsionar él mismo su placa instantes antes de realizar la toma y revelarla inmediatamente después. 
2 Estos negativos poseen una sensibilidad a la luz hasta 10 veces mayor, e irá en aumento, lo que permite a la cámara detener el movimiento y obtener fotografías con poca luz. 

Sin embargo, estos meros cambios técnicos van más allá y comienzan por transformar la producción comercial fotográfica, que pasa de ser una actividad artesanal para convertirse en un proceso industrial. Por primera vez los negativos se pueden fabricar y almacenar para usarse en cualquier momento, lo que conllevará una importante bajada del precio de los materiales sensibles. Estas modificaciones de la emulsión fotográfica permiten a los fabricantes de cámaras diseñar nuevos modelos, más reducidos y fáciles de usar. El ejemplo más popular es el de la mítica cámara Kodak 1, que se universaliza gracias al popular eslogan de su inventor: “Usted dispara y nosotros hacemos todo lo demás”. George Eistman3 no sólo crea una nueva cámara sino una nueva fórmula comercial al disociar por primera vez la toma del proceso de revelado. El fotógrafo, tras finalizar su rollo, enviaba su cámara a la firma americana, que se encargaba de revelarlo y devolverle las copias y el aparato con una nueva carga. Un sistema tan revolucionario que aún permanece vigente con ligeras modificaciones. 

José Sánchez Muñoz. Vía crucis de los ermitaños en las Ermitas de la sierra de Córdoba, 1895.
Imagen digital del negativo original estereoscópico al gelatino bromuro, detalle. Archivo Palacio de Viana.
 Unas mejoras que sin duda facilitarán la labor del fotógrafo profesional, pero que también lo sumen en una profunda crisis económica y de modelo comercial, ya que abren el hermético mundo de la fotografía a un nuevo tipo de usuarios: el fotógrafo aficionado. Ahora ya no hay que ser químico y saber manejar complejos aparatos para realizar una fotografía. Como pregonaba un anuncio de la época: “Todo el mundo fotógrafo sin estudio alguno”. Así, con esta facilidad, la fotografía se convierte en uno de los entretenimientos favoritos de la burguesía urbana de finales del XIX y comienzos del XX. Una nueva y seductora actividad de ocio que enamora a las clases acomodadas que dedican su tiempo a caza de imágenes. 

No obstante, este efecto mariposa todavía no se detiene aquí. La popularización del medio provoca una fuerte disensión entre los fotógrafos, quienes ven en esta masificación de la fotografía una agresión a su lucha por conseguir que el academicista mundo de las bellas artes acoja en su seno a la fotografía como una igual. En definitiva, unas disputas clasistas que aceleran la aparición del primer movimiento creativo de la historia de la fotografía: el pictorialismo. 

En sus primeros 40 años de vida la fotografía fue aplicada a todo tipo de temáticas, desde el retrato, al paisaje, el desnudo, la fotografía urbana, de viajes o monumental, así como a numerosas aplicaciones científicas y comerciales. Pero hasta entonces la mayoría de los fotógrafos siempre condicionaron su mirada al axioma de fotografía igual a realidad6. A partir de este momento algunos, en su afán por hacer de la fotografía un arte, buscarán nuevos caminos expresivos con los que diferenciar sus trabajos. Así nace el pictorialismo, un estilo fotográfico que imitará a la pintura, muy especialmente la prerrafaelista y victoriana, tanto en su estética como en sus temáticas4. Sin embargo, esta corriente generará una potente reacción inversa en diversos ámbitos del medio que darán a luz una sucesión de nuevos lenguajes fotográficos5, que la enriquecen y la convierten, por derecho propio, en un arte. Así, en apenas dos décadas la fotografía sufre su primera gran revolución y todo, gracias al modesto invento de una simple placa de vidrio. 

José Sánchez Muñoz. Mercado central de la Corredera en construcción, montaje de la armadura, 1894.
Imagen digital del negativo original estereoscópico al gelatino bromuro, detalle. Archivo Palacio de Viana.
José Sánchez, un fotógrafo aficionado 

Esta apasionante vorágine fue la que le tocó vivir a nuestro protagonista, José Sánchez Muñoz, un claro ejemplo del estereotipo de fotógrafo aficionado de la burguesía del último tercio del siglo XIX. Hoy en día, gran parte de su memoria y su legado es conservado por su nieto José Luis Sánchez Redel, al que debemos en gran medida la recuperación de este gran fotógrafo. José nació en Córdoba el 23 de Mayo de 1845 en la casa familiar de la plaza de la Corredera. Hijo primogénito de Engracia Muñoz y del prestigioso empresario liberal José Sánchez Peña. La desahogada situación económica de su familia le permite estudiar el bachillerato en el Liceo D´Angers en Marsella y empresariales en la Escuela Superior de Comercio de París, una formación de elite que completará con estudios en Londres. En 1869, tras finalizar su formación, vuelve a Córdoba, donde se encarga de la gestión de la industria familiar de sombrerería6. Una empresa modelo que, según las crónicas de la época, era pionera por el uso del vapor en la manufactura de sombreros, así como en las avanzadas relaciones laborales con sus empleados a los que pagaba con justicia, llegando a compartir parte de los beneficios de la empresa, o proporcionándoles asistencia sanitaria. 

En el año 1873 su padre se retira y José asume la dirección de la industria familiar. Durante la visita del rey Alfonso XII a Córdoba en 1877, Sánchez Muñoz recibe el título de proveedor de sombreros de la Real Casa y comendador de la real orden de Isabel la Católica, distinciones y honores que también recibió del gobierno de Francia, ya que fue nombrado vicecónsul del país vecino en Córdoba y miembro de la Real Academia Francesa. Años más tarde, la dura competencia en la industria sombrerera le obligará a cerrar su fábrica y a embarcarse en un nuevo proyecto comercial con la construcción del mercado de abastos de la Corredera, por el que hoy es aún recordado en su ciudad7. Este edificio, de estilo de la arquitectura del hierro, transformó el paisaje urbanístico de la Corredera al instalarse en el centro de la plaza durante más de 50 años. 

La relación de José con la fotografía se inicia en la infancia, como hemos comprobado en el álbum familiar, poblado con algún daguerrotipo y numerosas tarjetas de visita, en las que aparece retratado en varias ocasiones. Exactamente no se conoce como dió sus primeros pasos en el medio, pero sin duda será una de sus grandes aficiones, muy especialmente por su dedicación a la fotografía estereoscópica que ocupa la mayor parte de su producción fotográfica. 

A esta inclinación por hacer sus fotografías hay que unir el gusto por retratarse en los mejores estudios de la ciudad, como los de Esperón y Palomares, Molina o Almenara. También cabe destacar su intensa relación personal con algunos de estos profesionales, como con el granadino Rafael Señán, afincado en Córdoba, al que José fotografía con su familia y del que nos han llegado numerosos negativos de sus obras más conocidas en el archivo personal de Sánchez Muñoz. A ello podemos sumar otra posible relación con el gran reportero cordobés José Montilla, con quien José debió de compartir algunas jornadas fotográficas, ya que hemos encontrado un par de imágenes estereoscópicas de José miméticas a una conocidísima fotografía de Montilla de los ermitaños de la sierra. Así mismo hemos encontrado numerosas imágenes en la colección de José de otros prestigiosos profesionales de la fotografía cordobesa, como Romualdo de Castro o José Nogales, que le regalaban algunas de sus vistas estereoscópicas. Además es muy probable que José Sánchez formara parte del primer germen de asociación fotográfica cordobesa, la Peña de amigos de Agustín Fragero8, que en 1910 reunía a un amplio grupo de aficionados en los famosos cafés de la calle Gondomar para intercambiar impresiones de sus ensayos fotográficos. Un grupo activo de aficionados que se caracterizan, al igual que José, por el uso del formato de fotografía estereoscópica en sus distintos tamaños y soportes. 

José Sánchez Muñoz. La familia de José Sánchez jugando a la gallinita ciega, circa 1900.
Imagen digital del negativo original estereoscópico al gelatino bromuro, detalle. Archivo Palacio de Viana.
El 3D 

Hoy día relacionamos la imagen tridimensionalidad con el reciente fenómeno de éxito del cine en tres dimensiones, así como con sus ultimísimas aplicaciones en televisión o videojuegos. Sin embargo, la fotografía posee una dilatada historia en el mundo del 3d. Desde su mismo nacimiento, los investigadores buscaron solventar dos importantes carencias que limitaban la fotografía como sinónimo de realidad: el color y la bidimensionalidad. Aunque la solución definitiva del color se postergaría durante casi un siglo, el logro de la fotografía en tres dimensiones no se hizo esperar. Y ello gracias a los descubrimientos del científico británico Charles Wheastone, quien en 1839 fabrica el primer prototipo de estereoscopio. Un complicado artilugio que permitía ver dos dibujos geométricos como uno solo en tres dimensiones. Wheastone pensó en aplicar la recién inventada fotografía a su aparato, pero el gran formato de su visor requería unas copias demasiado grandes para la época, por lo que abandonó su perfeccionamiento. Sería David Brewster quien consigue desarrollar en 1849 un nuevo visor de unas dimensiones muy reducidas y fáciles de usar: el visor Brewster. Este nuevo sistema de hacer y ver fotografías en tres dimensiones necesitaba de dos cámaras o una con doble placa y objetivo para realizar dos tomas simultáneas en el mismo plano. Así, las dos imágenes conseguidas tenían una pequeña desigualdad, la diferencia del ángulo de visión con las que habían sido realizadas, el cual imitaba la distancia de separación entre los ojos de una persona que es de unos 65mm. Esta distancia era reproducida en el montaje de las dos copias y al observarlas con el visor estereoscópico se conseguía apreciar el efecto tridimensional de profundidad entre los objetos fotografiados. El éxito de la estereoscopia propició la utilización de todo tipo de soportes fotográficos, desde el daguerrotipo a los positivos de cristal y por supuesto las copias sobre papel a la albúmina o al gelatino bromuro. No obstante, su gran éxito lo propició el pequeño tamaño de las cámaras y la luminosidad de las mismas, que hacía de ellas aparatos muy fáciles de manejar. Esto junto a su formato de imagen cuadrado, que facilitaba el encuadre y las composiciones, atrajeron durante varias décadas el interés de los numerosos fotógrafos aficionados. 

Con la estereoscopia no solo nació una nueva moda de hacer y coleccionar fotografías entre las clases acomodadas de la incipiente sociedad consumista, sino que también creará una industria de grandes dimensiones económicas. Su tremenda popularidad la convirtió, salvando las distancias, en la televisión del siglo XIX y el primer mass media de la historia. La enorme demanda del mercado favoreció la creación de importantes compañías especializadas en fotografía estereoscópica, como la BK o la Underwood and Underwood. Estas empresas producían al año miles de vistas estereoscópicas con ingentes tiradas de fotografías de las más variadas temáticas, muy especialmente de paisajes y monumentos de todos los rincones del mundo. 

Entre las primeras compañías extranjeras que disponían de fotografías de Córdoba en este formato se encuentran la casa Gaudin, editor parisino especializado en estereoscopia que en el año 1858 contaba en su catálogo con nada más y nada menos que 31 vistas de la ciudad9. El francés afincado en Sevilla Luis León Mason10, será otro de los pioneros que fotografíe la ciudad con este sistema en 1856, mostrándonos entre su colección una de las vistas más antiguas que se conocen del interior de la Mezquita. En cuanto a autores locales, el ambulante Gregorio Melia11 es el primero que oferta la realización de vistas dobles de la ciudad en el año 1857. A este le seguirán fotógrafos clásicos cordobeses como García Córdoba o García Ayala. Entre los fotógrafos aficionados sobresalen en el periodo de entre siglos el empresario adamuceño Hilario Solano y la figura del gran agitador fotográfico de la capital el óptico Agustín Fragero, quien trabajaba esta especialidad, de forma pionera, en su modalidad de transparencia en color, mediante la emulsión al autocromo. 

José Sánchez Muñoz. Detalle de la fábrica del Puente Romano junto a la Puerta del Puente, 1894.
Imagen digital del negativo original estereoscópico al gelatino bromuro, detalle. Archivo Palacio de Viana.
Sus fotografías 

La colección de José Sánchez está formada por cerca de 2.000 positivos estereoscópicos realizados entre 1890 y 1915, mientras que de sus negativos de cristal al gelatino bromuro apenas se han conservado la mitad. Los positivos están montados en los habituales cartones de 175 por 100mm que requería la estereoscopia para su observación con visor. La imagen, siempre algo menor, es de 80 por 80mm que proporcionaban los negativos al copiarse por contacto. Estos últimos se encuentran hoy día custodiados en el Archivo Histórico de Viana tras su donación por Enrique Melchor, uno de los herederos de José Sánchez. Para observarlas José poseía un bellísimo visor para vistas estereoscópicas con una capacidad de 100 vistas, donde además de sus propias fotografías también visionaba otras adquiridas de compañías y profesionales tan prestigiosos como la norteamericana Keystone o el granadino Señán. Tal era su pasión por la fotografía estereoscópica que incluso muchas de sus fotografías bidimensionales las duplicaba para imitar falsas estereoscópicas y poder así verlas en su visor. 

La cantidad de obras que nos ha legado sería suficiente para que Sánchez Muñoz ocupara un importante lugar entre los fotógrafos aficionados cordobeses, pero además su trabajo posee un alto valor histórico documental del periodo de entre siglos en la ciudad de Córdoba. Son muy pocos, por no decir el casi único conocido, los archivos de fotógrafos, aficionados o profesionales, de esta época que se han conservado en la ciudad. El paso del tiempo o el desinterés de posteriores generaciones han sido causas demasiado comunes, lo que ha propiciado que archivos completos de grandes fotógrafos acabaran en el cubo de la basura, perdiéndose un legado histórico de un enorme valor. Además, el carácter minucioso de José multiplica el valor documental de sus fotografías, ya que él mismo las databa y las describía, técnica y temáticamente, en el dorso de cada cartón de sus vistas estereoscópicas o en las cajas de sus negativos. Una importante información que hoy nos permite identificar sucesos y lugares. 

Además, José Sánchez supo captar con su cámara toda la Córdoba de su tiempo, y cuando decimos toda es porque su interés no sólo le hizo fotografiar, como los profesionales, las distintas vistas monumentales de la ciudad o las típicas fotos familiares de los aficionados, sino que se lanzaba a retratar todo aquello que veía y le llamaba la atención: crecidas del río Guadalquivir, descarrilamientos de trenes, las minas en Cerro Muriano, imágenes de Semana Santa, procesiones, romerías, visitas ilustres, corridas de toros, escenas de peroles, maniobras militares y todo suceso importante que pasara en Córdoba era recogido por su cámara, de forma similar a como lo hace cualquier reportero del siglo XXI. 

Asimismo, sus fotografías más triviales, las familiares, son un documento social muy revelador del modo de vida de la burguesía de provincias a la que Sánchez Muñoz realiza un nítido retrato. En estas imágenes el fotógrafo nos muestra su vida social, aficiones o viajes vacacionales a ciudades como Sevilla, Málaga, Granada o Madrid. Un completo mosaico de la sociedad de su tiempo que remata al dirigir también su cámara hacia todo tipo de personas con las que se relacionaba, desde trabajadores, a religiosos o militares. Bellas escenas de la vida cotidiana, quizás no de una extraordinaria calidad técnica, pero que si nos muestran la sencillez vital de un tiempo y una época ya pasada y retenida para futuras generaciones por sus instantáneas. 

Notas 

1 Niépce realiza las primera fotografías, el las llamará heliografías, de la historia en 1818. Años más tarde se asocia con Daguerre al que traslada todos sus avances. Su fallecimiento en 1833 y el desinterés de su hijo permite que toda la gloria del invento recaiga sobre la figura de su socio, quien bautiza el invento con su propio nombre, daguerrotipo. 
2 No obstante, las placas al gelatino bromuro no se cormecializarán hasta 1880 tras las mejoras realizadas por los investigadores Richard Kennett y Charles H. Bennett. 
3 La casa norteamericana aplica el gelatino bromuro en negativos de pequeño formato sobre papel. 
4 El pictorialismo también mutará con el cambio de siglo hacia una estética más pictoricista bajo una fuerte influencia del impresionismo. En España este movimiento pervivirá casi hasta el fin de la dictadura del general Franco, por ensalzar el ideario del régimen, aunque en Córdoba apenas se han encontrado trabajos de autores locales. 
5 La fotografía será coparticipe e impulsora de los grandes movimientos creativos del periodo de entreguerras, desde corrientes propiamente fotográficas como la fotografía directa o la humanista, a las más destacadas corrientes de las vanguardias históricas: Dadaísmo, Surrealismo, Futurismo, Nueva objetividad o la escuela de la Bauhaus. 
6 La factoría y la vivienda familiar, inmortalizadas por Alfred Guesdon en una bellísima litografía aérea de Córdoba, se ubicaba en el antiguo edificio de la prisión y casa consistorial de la ciudad. Este inmueble es donde hoy se encuentra el mercado que lleva el nombre de Sánchez Peña, padre del fotógrafo, en la plaza de la Corredera. No hay que confundir este, con el mercado de abastos construido por José Sánchez Muñoz que se encontraba en el centro de la plaza y que estuvo abierto al público entre 1896 y 1959, año en que se demolió para edificar uno nuevo en el subsuelo de la plaza. 
7 El 6 de Julio de 1919 fallece José Sánchez Muñoz en Córdoba, gran fotógrafo aficionado y ejemplar industrial andaluz. 
8 De esta génesis nacerá el amateurismo fotográfico cordobés, que se afianzará en la década siguiente con la Sociedad Cordobesa de Arqueología y Excursionismo, que en el año 1918 funda el más importante certamen fotográfico de la ciudad: El Concurso de Arte de Córdoba. Está asociación organizó durante una década el primer salón fotográfico cordobés, el cual se caracterizó por su carácter abierto a la participación indistintamente de fotógrafos aficionados o profesionales. 
9 O. C. Juan Antonio Fernández Rivero, en Tres dimensiones en la historia de la fotografía. La imagen estereoscópica. Editorial Miramar, Málaga, 2004. Estas fotografías pudieron ser realizadas por Hennry Plaut durante una campaña que realizó por España en el verano de 1856, dato que sin duda la sitúa como la segunda colección cordobesa monumental más importante y temprana de cuantas se hayan localizado hasta la fecha tras los calotipos de E. K. Tenisson de 1854. 
10 Miguel Angel Yáñez Polo en Historia General de fotografía en Sevilla. Ed. N. Monardes, Sevilla 1997. 
11 Antonio Jesús González en La Mezquita de plata, Un siglo de fotógrafos y fotografías de Córdoba. Fundación Boti, Córdoba 2007.

El coleccionista de instantes. Archivo José Sánchez
Comisario: Antonio Jesús González
Sala Vimcorsa, Córdoba
13 de diciembre a 10 de febrero
Lunes a sábados de 10,30  a 13,30  y de 17,30 a 20,30
Domingos y festivos de 10 a 14

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Comentarios

Rafael Castillo ha dicho que…
Magníficas imágenes de nuestra Córdoba. He corrido esta mañana a verla y me he llevado la alegría de ver a muchísimo público visitando la sala de Vimcorsa. Después he buscado información en internet y he encontrado esta web de Ars Operandi que no conocía y que agrego ahora mismo a las paginas favoritas
Anónimo ha dicho que…
No llegué a tiempo de ver la expo el día de la inauguración pero este texto del comisario y su experiencia en proyectos de investigación de Historia de la fotografía pronostican que se trata de una ocasión que no se puede dejar pasar. Por otra parte, la memoria -conversaciones oídas cuando era niño- me habla de un taller fotográfico en la Plaza de las Cañas que podría ser el del autor. En fin, que no hay que perdérsela.
A.L.P.V.
Paco Muñoz ha dicho que…
Hay que quitarse el sombrero (el que lo tenga y el que no hacer una inclinación de cabeza)ante tan interesante referencia a la magnifica exposición fotográfica del Sr. Sánchez. Enhorabuena.
Saludos
Fernando ha dicho que…
Magnífica exposición en la que resulta curioso ver a Señores con una vestimaenta que solo solíamos ver en fotografías de estudio, ya que es uno de los primeros aficionados cordoeses con cámara portatil.