Ai Weiwei. Un chino en los zapatos

Descending Light, 2007. Colección Helga de Alvear. Foto: Ars Operandi
Jesús Alcaide / Ars Operandi

La libertad es una cosa muy extraña. Una vez que la experimentas se queda en tu corazón y nadie te la puede arrebatar. Luego, como individuo, puedes ser más poderoso que un país. Ése es uno de los pensamientos que el artista chino Ai Weiwei desliza frente a la cámara en el documental Ai Weiwei: never sorry que en estas semanas se puede ver en algunas pantallas de cine en Sevilla, coincidiendo con la inauguración de la exposición monográfica que hasta el mes de Junio le dedica el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Después de la exposición que en el 2009 le dedicara la Haus der Kunst en Munich y la que tuvo lugar en el Louisiana Museum of Modern Art en Dinamarca en Noviembre del 2011, ésta es la primera exposición que se organiza sobre su obra en nuestro país, gracias al empeño titánico del director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, que ha conseguido que la que iba a ser exposición estrella de la temporada y pocos meses después fuera desprogramada por falta de presupuesto, volviera para comenzar la temporada expositiva del 2013 en un centro cuya programación resiste a la crisis con ingenio y nuevas relecturas de la colección. 

Dropping a Han Dynasty Urn, 1995. Tríptico fotográfico, cortesía de Yvorypress
Reconocido activista por la libertad y la transparencia, el trabajo y la figura de Ai Weiwei, es sintomático de las transformaciones que se han llevado a cabo en los territorios del compromiso del arte y la acción política tras la incorporación de los nuevos medios de comunicación y las redes sociales de la información, nuevos canales en los que el arte actual ha encontrado los engranajes perfectos para seguir engrasando la revolucionaria maquina deleuziana, donde análisis, crítica, afectos y acción política vuelven a unirse en una rizomática e infinita red de redes. 

En este sentido, la figura de Ai Weiwei ha sido la de un chino en los zapatos del arte que se ha incrustado en el interior del sistema y la institución artística para cada vez que damos un paso, seguir molestando, y recordándonos que desde la asepsia del cubo blanco, a veces nos olvidamos de la realidad exterior, o si nos acordamos es siempre bajo el parapeto de ciertas prácticas que denominadas políticas o micropolíticas, poco sirven para una transformación real del feroz sistema postcapitalista en el que sobrevivimos inmersos. Ai Weiwei es pues una figura ambigua dentro de este sistema, un disidente con-sentido, con el que nos preguntamos dónde llegan los límites de lo político en su trabajo y dónde comienza la mercadotecnia del star system enfant terrible que tanto gusta al mercado del arte. 

Sunflower Seeds, 2009. Foto: Cortesía CAAC
Desde que en el 2003 comenzara a denunciar las prácticas poco democráticas de su país en la preparación de las Olimpiadas de Beijing 2008, la figura de Ai Weiwei, sobrepasó los límites del cubo blanco para lanzarse a las portadas de los telediarios y los trending topics de twitter, para, tras el terremoto de Shinchuan en el 2008, y las denuncias sobre la falta de transparencia con que el régimen chino abordó este desastre, convertirse no sólo en una de las figuras más reconocidas del arte made in China en el exterior sino en una amenaza interna para la estabilidad del sistema político vigente en China, a la altura de personalidades como el propio padre de Ai Weiwei, Ai Quing, o activistas como Tan Zuoren o el Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo. 

La exposición que ahora nos presenta el CAAC es una importante muestra de la manera intersdisciplinar con que Ai Weiwei aborda el trabajo artístico, desde propuestas objetuales e instalativas en las que la utilización de la cerámica es la protagonista hasta otras que podríamos enmarcar dentro de su producción de documentales como es el caso de Fairytale, pasando por una selección de las entradas de su clausurado blog y la efervescencia de su cuenta en twitter, hasta archiconocidas piezas como el tríptico fotográfico Dropping a Han Dinasty Urn (1995) procedente de Ivorypress (Madrid), la ya nombrada Sunflowers seeds (2009) en una versión reducida procedente de la Colección Jan Ghilsalberti de Copenhague y la impresionante Descending Light (2007), que procedente de la Colección Helga de Alvear, es la primera vez que se muestra al público, razón que la convierte en una de las piezas más admiradas de la exposición. 

Ghost Gu Coming Down the Mountain, 2005. Foto: Cortesía CAAC
 De la relación objetual de Ai Weiwei con la cerámica se presentan en la exposición varios trabajos, algunos con referencias más naturalistas como es el caso de los dos brillantes pilares, el melón de agua y la burbuja procedentes de Ivorypress, y otros en una clara perversión minimalista de la cerámica como es la instalación Ghost Gu Coming Down the Mountain (2005) realizada con Serge Spitzer y la antes nombrada Sunflowers seeds (2009) que en el montaje del CAAC me despertó una extraña relación con la obra Untitled (Placebo) de Félix Gonzalez-Torres, cuya obra sí que pone en juego los mecanismos de distribución y extralimitación de la acción política, en el caso de FGT sobre las políticas del SIDA en la era Reagan-Bush, y no en ese encajonamiento y aislamiento de las piezas de Ai Weiwei, donde seguimos perpetuando el lugar privilegiado del cubo blanco y la marca Ai Weiwei como pensamiento disidente dentro del sistema. 

258 Fake, 2011. Colección Helga de Alvear. Foto: Ars Operandi
En el territorio audiovisual, la exposición presenta el video que recoge la producción de la pieza Sunflowers seeds en la Tate, una entrevista de Ai Weiwei con Christian Lund en el Louisiana Museum of Modern Art de Dinamarca con motivo de la exposición de Ai Weiwei en Noviembre del 2011 celebrada en dicho museo y la pieza Fairytale (2007) que recoge las peripecias de los 1001 chinos que Ai Weiwei invitó a la Documenta de Kassel para formar parte de su proyecto, en respuesta a esa migración de las formas propuesta por Buergel y a los 1001 globos azules de Yves Klein en 1957. 

S/T (Divina Proportione), 2006. Colección Helga de Alvear. Foto: Cortesía CAAC
Para el final quedan varias de las obras más reconocidas de Ai Weiwei, procedentes de la colección Helga de Alvear, la escultura de madera S/T (Divina Proportione) (2006) que une la tradición china de construcción de la Dinastia Ming con la forma de poliedro del juguete de uno de sus gatos para desembocar en la divina proportione de Leonardo; los Colored vases (2008), jarras neolíticas pintadas con pintura industrial de colores chillones por el artista que conectan con el tríptico fotográfico Dropping a Han Dynasty Urn (1995) y finalmente, la que sin duda es la pieza estrella de la exposición, Descending Light (2007). 

Colored Vases, 2008. Colección Helga de Alvear. Foto: Ars Operandi
Ésta última, es la primera vez que se muestra al público en una sala de exposiciones, y tanto en su título como en su forma, guarda relación con otras piezas realizadas por el artista en su Fake Studio, como Fountain of Light (2007), ambas construidas a la manera de inmensas y helicoidales lámparas de chandelier, que si en el caso de Fountain of Light nos recordaban a la Internacional de Tatlin y también escondía en su título una referencia a la obra de Duchamp, en esta ocasión, el color rojo de sus cuentas de vidrio y el hecho de que aparezca casi derrumbada sobre el suelo de la sala nos inducen a pensar en el régimen comunista chino, régimen que ha encontrado en Ai Weiwei a ese chino en los zapatos que no deja de incordiar, y que incluso en su última aparición mediática bailando el gangnang style no deja de lanzar mensajes libertarios encadenándose a alguno de sus compañeros mediante unas esposas mientras en la canción de Psy podemos escuchar frases como un tipo que prefiere moldear ideas antes que músculos. Ése es Ai Weiwei, un artista necesario para el sistema del arte, una superstar de la disidencia.

Ai Weiwei
Resistencia y tradición
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Monasterio de la Cartuja, Sevilla
Comisarios: Luisa Espino y Juan Antonio Álvarez Reyes
Hasta el 30 de junio

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente reseña, R.
A.L.P.V.
Xoan ha dicho que…
¿Destruir un jarrón de la dinastía Han (s. II a.C.) es arte? O sea, que lo que hicieron los talibanes con los Budas también fue arte, ¿no?