Triplete de Miguel Rasero. Collages y bodegones mediterráneos

S/T, 2014. Técnica mixta sobre madera. Foto: Cortesía del artista
Redacción / Ars Operandi

Podría decirse que la pintura del cordobés Miguel Rasero (Doña Mencía, 1955) está gozando últimamente del don de la ubicuidad –tres exposiciones en los últimos meses- si no fuese porque en cada caso lo que se muestra es diferente. Hace tiempo tuvimos noticia de la inclusión de una treintena de piezas suyas en la Fundación Perramon, un museo de arte contemporáneo español situado en un espacio natural del Alt Empordà, compartiendo espacio con otros artistas de la colección particular del marchante Carlos Aguilera. Artistas como Sergi Aguilar, Jorge Castillo, Modest Cuixart, Josep Guinovart, Josep Mª Subirachs…Pero de esto hace unos meses y la obra exhibida es una buena selección de lo mejor de su trabajo. Nada extraño teniendo en cuenta que pertenecen a quien se ha encargado de mover su obra desde hace mucho tiempo y por lo tanto conoce a fondo y en perspectiva el curso que ha seguido su pintura. Pero cuando hablaba de ubicuidad no estaba pensando en la colección de Aguilera, que como digo está instalada permanentemente en ese emplazamiento de Girona, me refería a las tres exposiciones casi simultáneas que Rasero ha desplegado en los últimos meses.

S/T, 2014. Técnica mixta sobre madera. Foto: Cortesía del artista
Lo último que habíamos visto por aquí fue lo que se mostró hace casi cinco años en la Sala Puertanueva, bajo el evocador título de Elogio de las orquídeas. Pinturas, fundamentalmente, aunque también algunas esculturas y un nutrido grupo de obras que desempeñaban con suma naturalidad el tránsito de una disciplina a otra. Serie blanca, como viene a denominarla el propio artista, en oposición a las obras que bajo el bruno dominante de su piel y precedentes, aparecen como Serie negra. Estas eran obras contundentes y precisas, magras en su formalidad, geométricas y figurativas, suspendidas o inestables, en contraste con las que vimos por aquí, que constituían un prodigio de sensualidad orgánica y monocromática (Serie blanca). Y hacían gala de una desenvoltura para desplegarse en el espacio, que quizá fuese el motivo, además de la belleza natural y primigenia de los organismos vivos, que indujo a su autor a titular así la exposición. Pero no quería referirme a este tipo de obras, porque carecen de protagonismo alguno en las exposiciones recientes del artista, ni tampoco a las que forman parte de la Serie negra, sino a otras de reciente factura.

S/T, 2014. Técnica mixta sobre madera. Foto: Cortesía del artista
Y con ellas sucede una cosa extraña, porque si las obras precedentes pertenecen al Rasero clásico, estás más recientes parecen inaugurar un nuevo registro en su producción, aunque las apariencias engañan. Veamos : la pintura de Miguel Rasero constituye un ejemplo singular y claramente reconocible en la plástica española desde el último tercio del siglo pasado. Quiero decir que tanto las obras en las que mora esa ciudadanía de la extrañeza (funambulistas más que pierrots) y las inmediatas en las que comienza a enrarecerse la atmósfera y se produce la travesía a ese mundo enjuto de tablas y retículas, templetes y miradores de este siglo, así como en las nimbadas bajo el blanco fulgor del progreso de las formas al trepar y adquirir volumen, pues en todas ellas se advierte de manera inconfundible ese registro que hace de su pintura una expresión plástica singular. Sin embargo la obra que participa en las muestras recientes no exhibe –a simple vista- el catálogo de registros habituales del artista. O eso parece. Volveremos.

S/T, 2014. Técnica mixta sobre madera. Foto: Cortesía del artista
Las dos primeras están ya clausuradas y ocuparon simultáneamente los espacios contiguos de las galerías Trama y Parés. Trama es la firma barcelonesa con la que trabaja Rasero desde hace años y Parés es la galería de arte más antigua de España –abierta desde finales del siglo XIX- habiendo exhibido a Picasso a comienzos del siglo pasado. Pues bien, después de concluidas sendas muestras inaugura en Km7 Espai d´Art, en la localidad de Saus (Girona) otra exposición que permanecerá en cartel hasta la primera semana de julio. ¿Y que es lo que presenta Rasero? Bodegones. Sí, naturalezas muertas, materializadas mediante procedimientos mixtos en los que el collage marca la pauta. Hay que reconocer que las naturalezas muertas o los bodegones no son muy habituales en la producción del artista, así como el empleo del collage. No obstante si miramos hacia atrás, comprobaremos que el bodegón no es nuevo en su obra, pues ya estaba presente desde finales de los años 80, y en la década siguiente hallamos alguna que otra evidencia de que el collage es un recurso manifiesto del artista. El collage y el bodegón, la naturaleza muerta y la atracción por el papel, ya sea como soporte o como elemento compositivo. Y como prueba irrefutable hay una exquisita edición en gran formato (casi un libro de artista), titulado De vegetabilibus, prologado por Juan Manuel Bonet y editado por Ambit Serveis, en la que resultan evidentes la querencia y el dominio del medio.


Pues en esas está Miguel Rasero, de vuelta al collage. Si bien en la serie referida la temática era vegetal, en el ciclo reciente se cierne sobre el bodegón. Se torna la gestualidad del trazo y el rasgado del papel –precedente del nervio que agita sus figuras de finales de siglo- en luminoso sedimento que contrasta la visión de un entorno calmo y a veces voluptuoso. Es como si el artista bucease a la búsqueda del resplandor mediterráneo y lo hallase en el clasicismo moderno de las primeras vanguardias. "En el fondo siempre ha habido la idea del cubismo en mi trabajo –comenta Rasero- la idea del cubismo y la idea de cierta pintura de principios del siglo XX, como Gris, Picasso, Braque y toda esta gente. Lo que pasa es que a la vez he querido jugar con mucha libertad en todo esto. He procurado que todos estos elementos que a veces atan un poco y condicionan, liberarlos”. Un clasicismo, una vuelta al orden de la modernidad, que enlaza con el ámbito de lo doméstico y traba filiación con esa mirada vernácula de nuestros artistas sobre los ismos de las vanguardias históricas. Autores que releyeron el cubismo desde la visión privativa de su acervo, tan alejados del cosmopolitismo como escorados hacia la intimidad de lo próximo. En esta tesitura se encuentra el artista, más Rasero que nunca aunque las apariencias nos desorienten en una primera mirada, porque además está la paleta, ese timbre cromático voraz que no obstante semeja dejarse apaciguar por una solanera mediterránea y que es el mismo que habita bajo la piel de sus figuras de transición al negro.


Miguel Rasero
Galería Trama, Sala Parés y Km7 Espai d´Art




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