El hilo de la vida. Cartier-Bresson en Mapfre

Primeras vacaciones pagadas, orillas del Sena, Francia, 1936
Gelatina de plata, copia realizada en 1946
Colección Fundación Henri Cartier-Bresson, París
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson
Photo : Philippe Migeat/ Centre Pompidou

A.L. Pérez Villén / Ars Operandi

Si no soportas la arena de la playa, el calor y las cremas de protección, si no estás dispuesto a amodorrarte rutinariamente días tras día, lo tuyo es el turismo cultural. Ya sabes, reventarte los pies durante jornadas infinitas. En Madrid con la oferta expositiva del verano te puedes saciar. Una de las más atractivas es la muestra antológica del fotógrafo Henri Cartier-Bresson, que ha reunido medio millar de piezas, entre fotografías, pinturas, dibujos, películas y documentos, procedentes de más de una veintena de colecciones internacionales (entre ellas el MoMA). Comisariada por Clément Chéroux, conservador del Centre Pompidou de París, la exposición se hace posible en España gracias a la colaboración de la Fundación Mapfre y la participación de la Fundación Henri Cartier-Bresson de París. Se trata de la primera muestra individual del artista, realizada en Europa después de su fallecimiento, hace ahora una década. Y la verdad es que merece la pena porque aunque hayamos tenido oportunidades de acercarnos a la obra de este fotógrafo crucial del siglo XX, ya que su obra ha sido expuesta en diversas ocasiones en muestras colectivas e incluso en alguna que otra individual, nunca como hasta ahora había sido posible contemplar una antología tan exhaustiva como la que nos ofrece la exposición madrileña.

Livourne, Toscane, Italie, 1933
Gelatina de plata, copia realizada en los años 80
Centre Pompidou, Musée national d’art moderne, compra realizada gracias al mecenazgo de Yves Rocher, 2011, Antigua Colección Christian Bouqueret, París
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson
Photo : Philippe Migeat/ Centre Pompidou

Y aunque pueda resultar chocante, Cartier-Bresson se forma como artista, como artista plástico, siguiendo las secuelas derivadas del cubismo. Las que despliega el magisterio de André Lhote, en cuyo taller adquiere los rudimentos del dibujo y la pintura. Formado por tanto bajo la sombra cubista –la herencia cezanniana que atraviesa buena parte del arte del primer tercio del siglo XX- y coqueteando y dejándose seducir por las proclamas del surrealismo, Cartier-Bresson abandona paulatinamente los trastos de la pintura para adentrarse en la fotografía, que desarrollará de manera continuada desde finales de los años 20. Y digo que resulta esclarecedor, además de chocante, que el defensor del “instante decisivo” –ese ojo avizor siempre dispuesto a captar un retazo de la realidad para fijarla en las dos dimensiones del papel y en la estela del tiempo- provenga de una disciplina como la pintura, de la que se muestran algunos pequeños paisajes, que tiene tanto de arte mental. Aunque también es cierto que el impresionismo, a finales del siglo XIX aportó una pintura directa del natural, lo que desequilibra esa tradición de la representación desde el interior, ya sea el estudio o la imagen tamizada del natural por la mirada competente del artista. Y también es cierto que la fotografía al mismo tiempo está luchando por desbancar a la pintura en su monopolio de mímesis de la realidad, al tener a su favor la eficiencia de la verosimilitud de un medio que no interpreta sino que reproduce la realidad.

Vista de la exposición en la Fundación Mapfre. Foto: Cortesía Fundación Mapfre
Sea como fuere la figura de un Cartier-Bresson (1908-2004) con alma de artista (plástico) añade crédito a su filiación estrictamente fotográfica. Dicho esto con la presunta certeza de que no solamente en vida del autor –como queda de manifiesto en la exposición- sino que en estos momentos sigue existiendo ese abismo esencial y sin contigüidad, entre el artista –sea cual sea su disciplina- y el fotógrafo, que no suele considerarse artista. El primer Cartier-Bresson es el fotógrafo que se coloca en la estela de Eugene Atget, el fotógrafo urbano de París que retrata sus solares, calles y avenidas, tiendas, escaparates, anuncios y maniquíes. Pero este primer autor es también el que gracias a la mediación del poeta René Crevel entra en contacto con los círculos del surrealismo, el mismo que viaja a África (Costa de Marfil, Camerún, Togo) retratando la vida de sus pobladores, en especial los niños y huyendo del exotismo de la mirada que pretende descubrir la autenticidad de lo originario. Muy al contrario, Cartier-Bresson se inclina por un tipo de fotografía distante, podríamos decir objetiva si no fuese porque esa Nueva Visión que la carcateriza no deja de proyectar una mirada estilizada de la realidad. Pero volvamos a los intereses surrealistas, explícitos en la selección de la temática y el encuadre, que dan lugar a fotografías en las que se evidencian aspectos poco usuales de representar como telas y escenas fragmentadas que carecen de la clave que posibilita su lectura. Suelen ser fotografías que están habitadas por durmientes y soñadores, que vuelven su mirada hacia el interior, dejando vagar la secuencia de la imagen entre un apretado escorzo, cerca de Siena, un trasero en primer plano, el rostro deforme de una amiga, la insinuación erótica de un desnudo femenino o personajes descabezados por la irrupción en primer plano de un objeto que deshumaniza la figura.

Multitud esperando delante de un banco para sacar el oro durante los últimos días de Kuomintang, Shanghái, China, diciembre 1948
Gelatina de plata, copia realizada en los años 60
Colección Fundación Henri Cartier-Bresson, París
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson
Photo : Philippe Migeat/ Centre Pompidou
Estamos en los años 30, que es cuando Cartier-Bresson viaja por varios países europeos, entre ellos España y desarrolla un lenguaje particular que se caracteriza por el interés en la composición forzada de la escena –picados y contrapicados-, la presencia del andamiaje estructural (geométrico) de las figuras y la investigación de la textura visual. El resultado son imágenes de una ciudad oblicua, animada por los elementos del mobiliario urbano, por las sombras que tatúan sus calles. Este es uno de los hitos de la obra de Cartier-Bresson, pero al mismo tiempo es capaz de construir una fotografía más orgánica, exquisita en su discurso disciplinar. Ya no se trata solo de fotografiar las estructuras formales del constructivismo –como sucede con la obra de Moholy-Nagy o Rodchenko- y que constituyen, entre otros, uno de los pilares de esa Nueva Visión a la que nos referíamos antes, también aborda la representación de escenas singulares, escenas que además de su ascendente geométrico y abstracto muestran el hilo de una narración, insinúan historias, sugieren acontecimientos. Nadie como Cartier-Bresson para motivar el germen de un relato. Otro de los hitos inconfundibles de su obra es el del “instante decisivo”, o como él lo llama el de la dualidad “explosivo-fija”, que se hace patente mediante imágenes que por su composición, encuadre y ritmo detienen la acción de la vida retratando el momento crucial de un acontecimiento. Algo que queda de manifiesto en fotografías como “Detrás de la estación de Saint Lázare. París, Francia” (1932).

Vista de la exposición. Foto: Cortesía Fundación Mapfre
Los años 30 son también los de su compromiso político, cuando el artista comienza a apoyar públicamente a comunistas (como reportero) y a colaborar con la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios. Los viajes a México y Nueva York de estos años y los contactos mantenidos con artistas y colectivos profundizan en su convicción política de izquierda. Las imágenes de finales de la década retratan los movimientos sociales, el activismo político, la pobreza, la miseria de los conflictos armados y los desastres de la 2ª Guerra Mundial. Entre otras cosas se le encarga en 1944 la realización de un documental sobre el regreso de los prisioneros de guerra, existiendo tanto el film –“Le retour”- como las fotografías. Intentó dedicarse profesionalmente al cine, incluso trabaja a las órdenes de Renoir y llega a filmar algunas películas y documentales (alguno en España) pero desiste ante la falta de apoyo. A principios de 1947 el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York le dedica una exposición antológica que marcará el inicio de su consagración definitiva como fotógrafo de referencia del siglo XX. A los pocos meses funda la agencia Magnum junto a Robert Capa, David Seymour, George Rodger y William Vandervit. De su faceta como reportero se muestra una buena selección de trabajos, tanto de reportajes en India (Gandhi), China (Chiang Kai-shek), Rusia (Stalin) o Cuba (la crisis de los misiles) que aparecen en publicaciones como Life, Noir et Blanc, Le Soir Illustré, Du, Camera, Jours de France, Paris Match, The Queen…

Alberto Giacometti, rue d’Alésia, París, Francia, 1961
Gelatina de plata, copia realizada en 1962
Colección Fundación Henri Cartier-Bresson, París
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson
Photo : Philippe Migeat/ Centre Pompidou
En su faceta como retratista, destacan los que hizo a personajes célebres, que han quedado como imagen canónica, en los casos de Alberto Giacometti, Henri Matisse y Truman Capote. Enlazando con su habilidad para sugerir historias, la fotografía de Cartier-Bresson despliega un proceder que tiene mucho de proyecto de investigación, o como su autor lo denomina : “una combinación de reportaje, filosofía y análisis (social, psicológico y de otras índoles”, que podría entenderse como una suerte de antropología visual de las imágenes. Y viene todo ello a cuenta de una serie de fotografías en las que el artista desarrolla esta faceta. Dibuja un perfil sesgado que atraviesa toda su trayectoria y que denota que no es algo específico de la fotografía de la Nueva Visión de los años 30, sino que reaparece en los 40, los 50, los 60 y en ciudades tan dispares y distintas como Pekín, Scanno, Kosovo, Jerusalen, Oaxaca o Roma. A finales de los años 70 deja de publicar fotografías, aunque sigue fotografiando con una mirada mucho más relajada, posándose en el motivo para describir las huellas del tiempo y se vuelca en la organización de su archivo y primordialmente en el dibujo, del que se muestran algunos ejemplos en la exposición, particularmente autorretratos.


Henri Cartier-Bresson
Fundación Mapfre. Madrid (Paseo de Recoletos, 23)
Clausura : 7 de septiembre


Comentarios

Francisco Salido ha dicho que…
La exposición verdaderamente impresionante!!!