La vida secreta de las plantas

Homo Evolutis (2017). Instalación de Francisco Buenavida. Fotografía: Sole Beurno. Cortesía de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba


José Álvarez
  
La vida secreta de las plantas es el título elegido para esta VI edición del proyecto Páginas de barro, un proyecto establecido con un propósito de investigación y difusión de la cerámica como técnica artística contemporánea, en un plano equivalente a cualquier otra técnica y soporte y que aleja la anticuada concepción de la cerámica como algo exclusivamente utilitario o decorativo. Las sucesivas ediciones de este proyecto, al que la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba viene prestando su apoyo de forma continuada han evidenciado esta realidad mediante la serie de exposiciones que conforman cada una de estas páginas de barro y que arranca en 2008 con la exposición titulada L’altro lato di cosa, del artista italiano Mirco Denicolò.  A esta visión particular del universo creado por Lewis Carroll en Alice in Wonderland sucedió Terra Libris, una muestra que puso de manifiesto las amplias posibilidades de la técnica cerámica en ámbitos generalmente transitados por la pintura, la escultura y la instalación. Los artistas Daniel Caxigueiro, Alberto Hernández y Rafa Pérez se encargaron de hacer visible esta realidad para el público visitante a la Sala Galatea, espacio desde entonces sede del proyecto, que quedó plenamente consolidado ya en su segunda edición.

Para la tercera entrega de esta serie, titulada muy certeramente Palabras, los artistas Alberto Andrés, Antonio I. Gonzalez y Gabriella Sacchi concurrieron en una muestra que puso de manifiesto la viabilidad de la obra de arte como metaforización de la palabra y su capacidad de transmisión del pensamiento. El teórico y crítico Herbert Read consideraba esencial en el arte la acción de mirar. En esta muestra, las palabras escritas, vistas y leídas, completaban el recorrido del acto comunicativo mediante una selección de obras de una excelente calidad y evidente versatilidad. Los tres artistas participantes concurrían en características comunes como su amplia trayectoria artística y su permanente interés por la experimentación tanto en los soportes como en el acabado de las piezas, lo que dio como resultado una muestra poliédrica y perfectamente ensamblada en su diversidad procedimental.

Este in crescendo en la calidad y personalidad de los artistas de Páginas de barro tuvo un nuevo episodio en la IV edición, en la que Hisae Yanase, Toño Pérez y Javier Aguilera agruparon sus propuestas bajo el título Ficciones, aludiendo de este modo al universo de invenciones que conforma la creación artística contemporánea. En esta ocasión, la terna participante no podía patentizar más claramente el interés del ciclo Páginas de barro por mostrar una visión panorámica de la creación cerámica actual. El indiscutible magisterio de Hisae Yanase, siempre sorprendente, junto a un valor plenamente consolidado en la actualidad como es Javier Aguilera y la emergente y espectacular irrupción de Toño Pérez, quien trajo a la escena un más que interesante despliegue de piezas con un carácter organicista. Para la V edición los seleccionados fueron Pilar Bandrés, Xavier Montsalvatje y Supi Hsu, quienes con sus obras dieron contenido al título de la entrega: Paraísos extraños. La capacidad narrativa y evocativa de la figuración se concretó en parte de las creaciones expuestas en Casa Góngora junto a las ilimitadas posibilidades expresivas de las prácticas no referenciales.

Tras este ejercicio de memoria, siempre grato cuando los acontecimientos así lo han sido, abordamos nuestra nueva propuesta: La vida secreta de las plantas, título que nos remite en una primera instancia al exitoso álbum de Stevie Wonder aparecido en 1979 y que sirvió como banda sonora de un documental basado en el libro The Secret Life Of Plants (1973), original de Peter Tomkins y Christopher Bird.

El libro, publicado en la era post-hippie, en los años en que hacía su aparición el movimiento New Age, era una curiosa mezcla de conceptos tomados de la botánica científica, el culto a la naturaleza y cierto misticismo. El texto estaba trufado de delirantes experimentos como el llevado a cabo por Cleve Baxter, un antiguo especialista en interrogatorios de la CIA, quien, en un momento de inspiración, colocó unos sensores en la planta que adornaba su despacho, descubriendo que la planta reaccionaba virulentamente según la lectura del polígrafo a estímulos como el calor y, posteriormente, al sólo hecho de pensar que la planta se quemaba. Maravillado por este descubrimiento, Baxter y sus colaboradores comenzaron a interactuar con plantas de todo tipo mediante nuevas experimentaciones que incluían la “memoria vegetal”. En uno de ellos, descubrieron que una planta, testigo de la muerte de la planta vecina por un pisotón, reaccionaba mediante un aumento en su actividad eléctrica al acercarse el “asesino”. Baxter y su equipo siguieron con sus experimentaciones e incluso se aventuraron a afirmar que las plantas demostraban aversión a la violencia hacia otras especies de seres vivos. El conjunto de sus experimentaciones dio pie a la creación de la llamada Teoría de la percepción primaria, existente en cualquier forma de vida terrestre. La reacción de la comunidad científica no se demoró mucho, oscilando de la indiferencia a la burla. El rechazo fue unánime cuando se intentó utilizar el término “neurobiología vegetal” en un artículo firmado por los científicos Eric D. Brenner, biólogo molecular, Stefano Mancuso, fisiólogo botánico, Elizabeth van Volkenburg, fitobióloga, y František Baluška, biólogo celular. En su artículo sostenían que los comportamientos observados en las plantas no podían explicarse mediante los mecanismos bioquímicos y genéticos conocidos hasta hoy por la ciencia. Según su línea de investigación, las plantas, dado que son capaces de responder a factores ambientales tales como luz, agua, gravedad, temperatura, toxinas, acción de microorganismos o señales químicas de otras plantas entre otras reacciones, podrían tener un sistema de procesamiento de la información equivalente al cerebro, un sistema que procesaría los datos y coordinaría la respuesta de comportamiento.

Michael Pollan, en su artículo titulado Tesis, antítesis y fotosíntesis (2013) reseña un sugerente comentario del antes citado Stefano Mancuso, un verdadero adalid de la teoría de la inteligencia vegetal. Mancuso recordaba un episodio de Star Trek en el que aparece una especie extraterrestre procedente de una dimensión en la que el tiempo avanza de una manera mucho más rápida que en la terrestre. Al observar los alienígenas nuestro comportamiento, la lentitud comparada entre su vida y la nuestra les hace concluir que somos materia inerte y se disponen a utilizarnos como materia prima. Por su parte, los humanos no perciben a estos extraterrestres dado que su velocidad vital es enorme. Establecemos un paralelismo con las plantas: solamente en time lapse podemos observar sus movimientos autónomos y su crecimiento. Para Mancuso, el hecho de ver a las plantas como seres inertes es la causa de su infravaloración.

Alberto Bustos, Ventanas del mismo mundo (2017). Fotografía: Alberto Bustos. Cortesía de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba

Ante tan apasionante tema como es la forma de vida de las plantas, no es de extrañar pues que, el arte, como testigo secular del interés humano por las cosas circundantes, haya encontrado una fuente inagotable de inspiración en el reino vegetal, en las plantas. La representación de éstas vino dada en principio como elemento auxiliar de la botánica, ya que el estudio de las plantas ha estado asociado la mayor parte de la historia a la farmacopea, ya que las plantas eran la única fuente posible para la elaboración de remedios y medicinas prácticamente hasta la edad contemporánea. En su Historia Naturalis Cayo Plinio Segundo Plinio el Viejo dedica diversos libros o capítulos al estudio de la botánica, y cuenta asimismo cómo de realistas fueron las representaciones de plantas y frutas de Zeuxis, que lograban engañar a los pájaros. En el mismo siglo, I de nuestra era, aparece el más famoso tratado de botánica de la Antigüedad, De Materia Medica, del médico y botánico griego Dioscórides. No se conserva ningún ejemplar original, pero los copistas a lo largo de los siglos fueron reproduciendo el texto y se fueron mejorando cada vez más la calidad en la representación de las plantas a través de las sucesivas ediciones de la obra.

El pensamiento medieval se apartó de la Naturaleza en su deseo de la búsqueda de Dios. San Anselmo, padre de la escolástica, escribió a principios del siglo XII que las cosas eran perniciosas en proporción directa a la cantidad de sentidos a los que deleitaban, y, por tanto, la estancia en un jardín era sumamente dañina, ya que se recreaban los sentidos de la vista y el olfato mediante la contemplación de las flores y el goce de sus fragancias.

En época renacentista, el recuperado naturalismo volvió a las artes de la mano de Giotto, buen conocedor de la escena campestre, donde, según la leyenda, se originó su arte. Leonardo en su Trattato della pittura (1651) dedica numerosos estudios a conseguir una correcta representación de las plantas y los árboles, mediante la observación de sus formas, sus colores y cómo la luz incide sobre su apariencia. Durero por su parte es ejemplo de minuciosidad en la representación botánica, evidente en algunas acuarelas conservadas (Gran mata de hierba, 1503, Museo Albertina, Viena) y artistas como Hyeronimus Bosch El Bosco o Jan van Eyck muestran sus dotes de observadores en unas correctísimas representaciones de plantas en obras como El Jardín de las Delicias (ca. 1500, Museo del Prado, Madrid) y La Adoración del Cordero Místico (1432, Catedral de San Bavón, Gante) respectivamente. El manierista Giuseppe Arcimboldo partió del mundo vegetal para crear sus asombrosas figuras antropomorfas tan conocidas y, ya en época barroca, pintores como Tomás Yepes, Juan de Arellano, Gabriel de la Corte o Pedro de Camprobín, por citar solamente a algunos españoles, hicieron de sus representaciones de flores y plantas eje temático de su obra. La relación de artistas que en época contemporánea han prestado atención a las plantas bien por sí mismas bien como parte de un paisaje sería extensísima, baste decir que historiadores como Kenneth Clark han dedicado conferencias y publicaciones sobre el tema y pintores como André Lhote igualmente han teorizado a partir de su experiencia artística sobre la importancia de lo vegetal en el arte. John Ruskin, escritor, crítico de arte y sociólogo británico (1819-1900) dijo: “Si sabes pintar una hoja, sabes pintar el mundo”. Dejamos de lado a los dibujantes botánicos por pura necesidad de espacio: tratar nombres como Basilius Besler, autor de Hortus Eystettensis (1613), Georg Dyonysius Ehret, colaborador de Linneo, Nikolaus Joseph von Jacquin, holandés, el célebre Franz Bauer, austríaco, el valenciano Antonio José de Cavanilles o el gaditano José Celestino Mutis merecerían un tratado aparte.

La vida secreta de las plantas, como queda patente, es una muestra más del interés que nos suscita el reino vegetal, ya como observadores, ya como artistas. Los participantes en esta nueva entrega han partido de su propia observación y experimentación para dar a la luz las interesantes propuestas que conforman esta exposición, a cargo de Rafaela Pareja, Alberto Bustos y Francisco Buenavida.

Rafaela Pareja, Arquitectura del viento (2017). Fotografía: Javier Marina. Cortesía de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba 

Rafaela Pareja (Játiva, 1962), formada en sus inicios en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia, fructuosa formación que ha continuado a lo largo de los años hasta ser reconocida como miembro de la Academia Internacional de la Cerámica, ha mostrado su obra en gran número de exposiciones colectivas, ferias y bienales internacionales. Su trabajo surge, según sus palabras “de la observación de la naturaleza”. De entre sus diversas series, todas con un marcado carácter organicista, hemos de señalar Anatomías, Cala2 y Esponjas. Todas tienen en común el interés por las formas que nos remiten al mínimo mundo vegetal: esporas, filamentos, mohos… así como a las diferentes estructuras coralinas y submarinas. Son esculturas en las que sus elementos se unen a modo de incrustaciones como en Anatomías, piezas filamentosas en cerámica blanca donde el juego de luces es fundamental. Cala2 es una serie asimismo evocativa del mundo submarino, en la que la alternancia de huecos en su superficie proyecta sombras alrededor a través de las hendiduras realizadas, en un acabado libre de esmalte, sin engobes ni óxidos. Esponjas, por su parte, es un trabajo con altas dosis de experimentación técnica, un proceso de investigación que conjuga diversos materiales con porcelana, obteniendo como resultado unas piezas engañosas en su aspecto, aparentemente frágiles, pero dotadas de una gran dureza, una investigación en torno a la materia a la que Rafaela Pareja dedica gran parte de su afán creativo.

Por su parte, Alberto Bustos (Valladolid, 1972) miembro asimismo de la Academia Internacional de la Cerámica, llega a la cerámica de una forma casual y se forma como autodidacta hasta que tras numerosos trabajos y experimentaciones descubre en esta práctica artística un camino creativo a seguir. El interés por la naturaleza surge desde su juventud mediante el conocimiento de su entorno, y su concienciación hacia el deterioro del medio natural hace que su obra sea considerada por él mismo como una llamada de atención sobre la degradación medioambiental, dándole “voz” a las plantas por medio de sus esculturas. Sus formas son tomadas de la morfología vegetal, haces de hierba que parecen estar movidas por el viento, plenas de dinamismo. Son piezas de una elaboración minuciosa y delicada que, a su vez, han de realizarse con decisión, puesto que el proceso creativo implica unir una gran cantidad de pequeñas piezas para formar el conjunto. Esto ha de realizarse mientras cada pieza de arcilla está húmeda para poder conseguir un óptimo ensamblaje. Una indecisión, una pérdida de tiempo, arruinaría la pieza completa. Es por esto que Alberto Bustos no deja nada a la improvisación y parte de detallados bocetos para cada una de sus creaciones. Sus relaciones con las formas expresivas posminimalistas son evidentes a partir de la reiteración de elementos que utiliza en sus creaciones los cuales, lejos de la asepsia modular y repetitiva del minimal, establecen una relación emocional con el espectador, tal y como el mismo artista reivindica. Sus obras, plenas de recursos expresivos, conjugan movimiento, texturas, color y una importante presencia del vacío en muchas de ellas, como Geometric dream (2015). Para el taoísta, en el desarrollo lineal del tiempo, el vacío, cada vez que interviene, introduce el movimiento circular que enlaza al sujeto con el espacio originario, tal y como señala François Cheng en su célebre ensayo sobre el arte oriental Vacío y plenitud, conceptos ambos presentes en la sugestiva obra de Alberto Bustos, cuyo punto de partidasu espacio originario, no olvidemoses la misma naturaleza.

A Francisco Buenavida no sería exacto calificarlo como ceramista, ya que la utilización de esta técnica es complementaria a su trabajo multidisciplinar. Su interés no se centra en la experimentación sobre el proceso cerámico y sus posibilidades, vastísimo campo de estudio cuyos brillantes resultados son evidentes en sus compañeros de exposición, sino que la utilización de la cerámica es un resultado selectivo y determinado. Formado en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, tiene una temprana relación con nuestra ciudad como residente en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, en su IV Promoción, desarrollando desde entonces un trabajo que ha ido configurando un discurso con connotaciones autorreferenciales y de identidad sexual.

Desde los 80, tras la crisis social que produjo la aparición del sida, la respuesta al asfixiante clima moralizante imperante tuvo importantes ejemplos en el mundo artístico como el proyecto pionero Silence = Death. Formado por los activistas Avram Finklestein, Brian Howard, Oliver Johnston, Charles Kreloff, Chris Lione, y Jorge Soccaras, una de sus primeras acciones de concienciación fue la edición de un póster en el que aparecía un triángulo rosa sobre fondo negro. El triángulo rosa invertido fue el infamante símbolo que las personas homosexuales habían de llevar en sus uniformes de presos en los campos de concentración nazis. En los 70, el triángulo rosa fue recuperado por activistas gais con el vértice hacia arriba y como símbolo de orgullo sexual, desactivando de este modo su carga despectiva, del mismo modo que, años después, los trabajos de teóricas como Teresa De Lauretis, Judith Butler y Eve Kosofsky Sedgwick dieran pie a la teoría queer, término anglosajón con el significado de “raro”, usado de forma excluyente y ofensiva para designar a las personas no heterosexuales. La utilización del color rosa y del término queer, y más propiamente en castellano “marica”, ha logrado desactivar el carácter peyorativo en ambos, y en Buenavida encontramos numerosos ejemplos de esta actitud, como en su serie objetual Jabones para la lucha (2012), jabones reales en glicerina rosa grabados con términos usados tradicionalmente para refererirse despectivamente a los homosexuales. De este modo, Buenavida subvierte el lenguaje de la misma forma que la utilización del Madelman con delantal y tendiendo la ropa, o en otras actitudes ajenas al inicial propósito del juguete—un estereotipo de la masculinidad—desactiva su carácter originario. En Biografías para una Buena-Vida (2013), aparece el Madelman junto a otras imágenes que combinan ilustraciones de los siglos XVII y XVIII pertenecientes a autores como Hooke o Vimont y que “reflexionan sobre temas universales como la vida y la muerte, la felicidad y el sufrimiento, la emoción y la razón”, en palabras del propio autor. Un garbanzo rosa es el protagonista de su instalación Selección natural (2016), en el que aparece junto a otros 100 garbanzos sin esmaltar. Trasunto del garbanzo negro, el elemento identitario está presente y se reivindica con orgullo. Lejos del activismo panfletario, la obra de Buenavida extrae lo mejor del espectador con sus sutiles subversiones envueltas en un elegante halo de esteticismo.

La vida secreta de las plantas
Sala Galatea (Casa Góngora)
C/ Cabezas 3, Córdoba
Del 16 de junio de 2017 al 23 de julio de 2017
Comisarios: Hisae Yanase y Antonio I. González
Este texto ha sido publicado en el catálogo de la exposición. DESCARGA
                                                                              

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