Más que flamenco

Gritarras, instalación de Javier Codesal en Intervalo. Foto: Ars Operandi

Jesús Alcaide / Ars Operandi

Intervalo es más que flamenco. Desde sus inicios en el año 2004 se ha convertido en un proyecto de referencia no sólo a la hora de investigar y profundizar en los lazos de unión de arte contemporáneo y flamenco, sino en su propia gestación, producción y desarrollo, siendo una constatación de que la investigación artística es una realidad que si ve cubiertas sus necesidades de producción y sus tiempos de realización, puede dar frutos tan importantes como Intervalo.

Todo ello, no sólo se debe al trabajo de los artistas y del comisario del proyecto y la exposición, como suele hacerse visible, sino que, y en eso Intervalo es un claro ejemplo, gracias a la función del profesional técnico que representa a la institución que acoge, organiza y produce el proyecto, y que en este caso está representada por la figura de Francisco del Río, que falleció en el 2011 pero que sigue acompañándonos con sus palabras de ánimo, manos tendidas y sonrisa perenne. 

Acordarse hoy de él, y de su trabajo, es hacerlo de aquel que no sólo tenía sensibilidad artística, ambigua cualidad con la que la nueva institucionalidad dota a cargos políticos para estar al frente de sus proyectos culturales, sino de un apersona comprometida con el tejido artístico andaluz, conocedor de sus modos de hacer y ser, de los trabajos del arte y de todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes artistas y comisarios que dábamos nuestros primeros pasos en el complejo territorio de las prácticas artísticas contemporáneas. Se echan en falta personas como él, y mucho más en una situación como la actual. 

Por esta y otras razones, la exposición de Intervalo que actualmente podemos ver en Vimcorsa es necesaria a la hora de visibilizar cuál es la labor del artista, cómo debe ser la de la institución, y cuál es la del comisario, siendo ejemplo de buenas prácticas, pago de honorarios a artistas, respeto por los tiempos y necesidades de producción de los proyectos, invitación a críticos y comisarios a colaborar en textos y toda una serie de características que nos hacen palidecer de envidia cuando en la actualidad son las convocatorias precarias y los proyectos bajo mínimos lo que parece otearse en un horizonte ante el que la comunidad artística, si es que existe, debería ya responder.

Con el comisariado de Javier Codesal e Ignacio Collado, la exposición que ahora podemos ver en Vimcorsa, al igual que fue la del Meiac, la Hospederia Fonseca en Salamanca o el Museo de Arte y Diseño de Costa Rica, es una selección de las obras producidas en estos siete años de Intervalo, desde las iniciales obras de Javier Codesal, hasta las de aquellos que tomaron su relevo, Álex Francés, Carmen Sigler, Kaoru Katayama, La Ribot, Alonso Gil, Vasco Araujo, Dias & Riedweg y Jorge Ribalta.

Como ha ocurrido en otras ocasiones, esta exposición retrospectiva se inicia con la fotografía de Carmen Amaya tomada por Colita en 1963, declaración de intenciones y manifiesto cómplice de lo que el resto de los artistas van a interpretar sobre las relaciones del arte contemporáneo y el flamenco a partir de los discursos de género, el cuerpo, la sexualidad, los sistemas de producción cultural, la tradición, lo patrimonial, el viaje, la maternidad, lo público y lo privado, y otra serie de líneas de fuga que hacen que Intervalo sea mucho más que un simple estudio sobre las relaciones de arte contemporáneo y flamenco, territorio eso sí en el que junto a los estudios de Pedro G. Romero y el Programa de estudios independientes flamencos de la UNIA, este proyecto ha sido pionero en el estado español.

O percurso, obra en video de Vasco Araujo. Foto: Ars Operandi
De la mirada racial y ambigua de Carmen Amaya, la exposición nos conduce por dos de las piezas iniciales de Javier Codesal, el bosque de Gritarras (2004) mudas que en el 2006 pudimos ver junto al retrato doble de Mayte Martín en la Posada del Potro, al que acompaña en esta ocasión, la rotundidad del diálogo de Menese (2008), una pieza que nos invita a reflexionar sobre la relación con la cámara y el otro, en un dialogo de cantes y palabras donde Codesal nos provoca a escuchar, actividad infravalorada en un mundo saturado de comunicación pero falto de voces como el actual. 

La voz es también la protagonista de la narrativa audiovisual de Vasco Araujo en O percurso (2009), una reflexión sobre el viaje y la errancia del pueblo gitano y las relaciones paterno filiales ,mientras que el sonido de los nudilllos Sobremesa (2007) es el protagonista de la pieza que Kaoru Katayama realizó para Intervalo, un diálogo acompasado e íntimo de un matrimonio gitano en el salón de su casa. 

Fotografías de la serie Laocoonte salvaje de Jorge Ribalta. Foto: Ars Operandi
En esta relación con el ámbito familiar e íntimo también se encuentra la pieza que La Ribot realizara con la colaboración de la bailaora Cristina Hoyos en su Cuarto de oro (2008), una instalación monocanal con pintura y moqueta dorada en la que la coreógrafa, bailarina contemporánea y performer cede su lugar a la bailaora flamenca para que se grabe a sí misma en su santuario particular, la cocina de su casa. 

Radicalmente distinta es la línea de trabajo de Jorge Ribalta, fotógrafo catalán que en Laocoonte salvaje (2010) traza una cartografía expandida de los lugares de producción, presentación e investigación del flamenco, un trabajo necesario para terminar con los tópicos asociados al mismo y visibilizar los derroteros otros de ese flamenco que no es ni puro ni mestizo, sino que como dice Didi-Huberman sobre Israel Galván vive en la “simultaneidad contradictoria”, en ese intervalo que como espacio de trabajo abierto entre dos ficciones, pasado y futuro, se abre paso en la incertidumbre de un presente siempre en construcción.

Invocación, instalación de dos canales de Carmen Sigler. Foto: Ars Operandi
Y del documento pasamos al ritual, en la videoinstalación Invocación (2006) de Carmen Sigler, donde la maternidad y el quejío flamenco nos invita a reflexionar sobre los rituales del cuerpo, el nacimiento y los vínculos matriarcales, en una instalación de proyecciones contiguas con reminiscencias a la iconografía religiosa y su importancia en el contexto andaluz.

Como suele ocurrir en la mayoría de los artistas que participan en el proyecto, su mirada es la del extraño, el extranjero, perspectiva que queda reflejada en la obra de Dias&Riedweg, artistas brasileños que en cada uno de sus proyectos han trabajado desde la creación de contextos o situaciones relacionales, y que en la pieza que aquí se muestra, se traduce en la recreación de un legendario Cuarto de cabales (2010), reunión de cuatro de los más importantes cantaores jerezanos en torno a una mesa, donde la cámara se convierte en uno más de esta reunión y desde su perspectiva de objeto extraño intenta derribar esa mesa-muro para adentrarse en la realidad de ese diálogo a cuatro voces. 

Sobremesa, obra en video de Kaoru Katayama. Foto: Ars Operandi
Y si la mesa era en Dias&Riedweg la metáfora de un muro, en Buenaluz (2008) de Álex Francés, es la tarima de madera, evolución de otras piezas en madera como Crecer (2005), la que le sirve al artista como elemento que separa dos territorios, por un lado el movimiento de una bailaora con las manos anudadas por una soga blanca y por otro la quietud silente de un cuerpo masculino desnudo que reposa bajo el entarimado, mientras el quejío flamenco y el sonido del zapateado se convierten en protagonistas de la pieza.

Crecer, still de video de Alex Frances
Finalmente es Alonso Gil, el que pone epílogo a esta exposición de Intervalo, con la pieza de ocho pantallas La felicidad en el trabajo (2008) con la que presenta cómo el flamenco se introduce en nuestra vida cotidiana, invitando a una serie de cantaores y cantaoras anónimas a colocarse frente a la cámara en sus lugares de trabajo cotidiano, desde la cocina a la escuela, desde el asiento de un autobús a la mesa de un sastre, en un irónico retrato colectivo que subvierte lo documental para expandirse en otros territorios críticos con los modos de ver y hacer un arte político con el momento actual.

Una vista de La felicidad en el trabajo de Alonso Gil. Foto: Ars Operandi
Por todas cuestiones, Intervalo llega a Córdoba en el momento justo para replantearnos aquellos asuntos que ya no sólo tienen que ver con la manera en que el arte contemporáneo se muestra y se difunde, sino sobre todo con la que se produce e investiga, territorios en los que artistas, comisarios, críticos e investigadores tenemos mucho que decir a esa nueva institucionalidad que frente a la crisis sólo ondea la bandera de la precariedad, mientras nuevos horizontes y prácticas alternativas nos invitan a pensar en el verdadero sentido de la palabra crisis. Mutación, cambio, conflicto. Empieza una nueva etapa. Bienvenido sea Intervalo.

Intervalo
Sala Vimcorsa 
C/ Ángel de Saavedra, Córdoba
Hasta el 
24 de noviembre de 2013
L a S de 10 a 14 h y de 18 a 21h. D y F de 10 a 14 h

Comisarios: Javier Codesal e Ignacio Collado

Comentarios