Somerset House, o de cómo gestionar el patrimonio con sentido común e imaginación

Un comentario desde Londres: Marina Mellado


Sólo unas líneas para dar a conocer, a aquellos que no lo conozcan ya, uno de los espacios culturales y artísticos más interesantes de Londres: Somerset House. Con una historia vital que comenzó hace ya casi cinco siglos, la que fuera residencia del Protector y Duque de Somerset, Edward Seymour, acoge hoy un programa cultural extraordinario, que incluye, entre otras actividades, exposiciones, ciclos de conferencias, talleres, proyección de películas y conciertos, la mayoría gratuitas y abiertas a todos. Todo ello hace que, cuando uno entre, no quiera marcharse. El espacio invita al visitante, lo acoge y celebra su presencia. Porque es el visitante el que hace que el espacio esté vivo, el que justifica su existencia. Las familias pasean, los niños juegan, los amigos toman café en torno a mesas de mármol dignas de exposición, y, en definitiva, todo aquel que se acerca a Somerset House se siente parte de ella, de su razón de ser, de su presente. Cuando uno visita Somerset House siente, de alguna manera, que el patrimonio le pertenece, que puede, no sólo admirarlo, sino utilizarlo, hacerlo suyo. Y, ¿no es preferible, poniéndonos en lo peor, que el patrimonio se deteriore del uso, y no del desuso? ¿Para qué conservamos, si no? O, mejor dicho, ¿para quién? ¿Quiénes son las siempre recurrentes “generaciones futuras”? ¿No nos merecemos también nosotros disfrutar de la historia materializada en el patrimonio cultural? Con respeto, de acuerdo, faltaría más, pero sin miedo y con familiaridad. Es la única manera de que la cultura, en su sentido más amplio y en sus múltiples expresiones, sea valorada, apreciada, y, claro que sí, ADMIRADA, pero siempre de forma distendida y amable, sin aspavientos, con naturalidad, y, sobretodo, con imaginación, con mucha imaginación, como propone nuestra amiga Rosa. Hay que jugar más, comunicar más y sentir más. Y espacios como Somerset House hacen que todo eso sea posible. ¿Lo importamos?



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