Dibujar la memoria. A propósito de la obra de María Rosa Aránega

Dibujo de María Rosa Aránega    
 

Rafael Sillero Fresno / Tribuna Abierta 

    Etimológicamente, la palabra memoria nos llega del latín formada por memor el que recuerda y el sufijo -ĭa, utilizado para crear sustantivos que, sin ser perceptibles a través de los cinco sentidos, pueden reflejar una idea, experiencia o cualidad. La memoria es un concepto en constante construcción, en tensión con el olvido, con la amnesia. Así pues, podemos encontrar expresiones como hacer memoria o enterrar en el olvido. Ejercitarla ha sido sumamente importante para las culturas en las que la escritura no tuvo desarrollo, pues la narración oral, en la que se incluye la trasmisión de lo iconográfico, suponía un elemento de cohesión. 

Por ser un asunto que nos concierne a todas y todos, la memoria es un tema político, en el sentido más noble y original del término. Decidimos honrar a determinadas personas o hechos a través de monumentos o lugares conmemorativos, que vehiculan la conexión con el pasado. También, como ejemplo de la tensión ya referida, el relato dominante puede imponer la amnesia generalizada, algo especialmente palpable en los regímenes totalitarios. Unos deciden, y la sociedad, apabullada o partidaria, acepta el relato. En este sentido, como lo reflejó Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén, a propósito de las atrocidades nazis, cabe recordar la actitud acrítica que banaliza, e incluso justifica, el mal. También el miedo, que puede llegar a tener toda la legitimidad según las circunstancias, atenaza. 

 La aspiración de un porvenir socialmente sólido necesita memoria. Reflexionar sobre el pasado es un buen punto de partida para encarar un futuro colectivo que aspire a la democracia más plena. Nuestro país, una vez reconciliado con los derechos humanos internacionales, debió reparar los daños a las víctimas del franquismo, pues la amnesia impuesta durante décadas ya no debía tener cabida. Tardamos bastante en arrancar, pero, a pesar de todo, se va haciendo camino. 

Entre el corpus documental elaborado en torno al tema, queremos recuperar la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder (Asamblea General de las Naciones Unidas, noviembre de 1985), que dice, en su punto 4, que «las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad. Tendrán derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido, según lo dispuesto en la legislación nacional». El texto también entiende como «victima» a familiares o personas a cargo con relación inmediata con la «víctima directa»

Citada la importancia de la imagen, incluso desde la narración oral, la reparación de la memoria también encuentra un buen asiento en la expresión artística. Se trata de un pilar más dentro de esa gran estructura que se apoya en el trabajo multidisciplinar y en la necesaria pedagogía. María Rosa Aránega (Almería, 1995) ha escogido este camino para su propuesta artística. A partir de una ingente investigación documental, incluyendo fotografías, hemeroteca, material audiovisual y testimonios directos también los más cercanos, resignifica, y dignifica, recuerdos configurados desde lo personal y familiar para así conformar memoria. Las diferentes historias que, a través de los años, han podido ir difuminándose o moldeándose, e incluso pudieron ser aparentemente enterradas en el olvido, viven en tiempo presente el impacto y desconcierto que se genera cuando lo evidente vuelve a emerger. 

 

En Sobre la fotografía, Susan Sontag reflexiona sobre la arbitrariedad del encuadre fotográfico, sobre las unidades de pequeña realidad social que se generan. La perspectiva no suele ser inocente, pues cuando se elige el encuadre también se está decidiendo qué se excluye. En las obras de María Rosa parece que esos límites son más quebradizos, porque se palpa algo que queda más allá. Incluso en los dibujos de escenas más cotidianas, aparentemente alejadas de cualquier tipo de represión, sentimos una violencia contenida, como ocurre con esos personajes en sombra, los rostros difuminados, los grupos de niños, los futbolistas posando antes del partido o las mujeres que, en silencio impuesto, custodian la memoria más allá de la trinchera. El gesto, decidido o forzoso, también suma a esa tensión, como sucede con esos saludos con la mano derecha levantada. De este modo, tomamos conciencia de que la violencia política, ese terror impuesto desde arriba, va permeando tanto en lo cultural como en lo individual. 

Dibujo de María Rosa Aránega

Por dicha violencia, presente o contenida, estos dibujos llegan a sobrecoger, a desarbolarnos; pero, paralelamente, ofrecen una sensación balsámica, un alivio por medio de una reparación histórica propuesta por una artista nacida a mediados de los noventa que, decidida, acepta el reto de plasmar los testimonios heredados; que sabe, por experiencia propia, del efecto sanatorio de la representación a través del dibujo; que, como aquella Mnemósine diosa griega hija de Gea y Urano, nos acerca esa memoria tan necesaria para el pensamiento. Pero este ejercicio reflexivo y artístico no es solo una revisión del pasado; también es una mirada al presente, una señal de alerta ante el riesgo de repetir atrocidades. La consolidación democrática, que necesita muchos años de conquistas cívicas, puede ser derrumbada con un soplido extremista. Derechos que creemos consolidados son puestos en entredicho, creando corrientes de opinión que, en realidad, convienen a muy pocos. Por ello no debemos dejarnos abrazar por la pereza a la hora de mirar hacia los hechos de una historia que sigue siendo nuestra y reciente.

 María Rosa Aránega participa en la presente XI edición de Z. Jornadas de arte contemporáneo de Montalbán de Córdoba


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