Pepe Espaliú, biblioteca personal. Una descripción a manera de inventario

Anaqueles de la biblioteca de Pepe Espaliú en el C.A.P.E. Foto: Ars Operandi
José María Baez para Ars Operandi

En 1960 publicó el crítico de arte Juan A. Gaya Nuño un breve opúsculo (Un conflicto: literatura y arte) en el que denunciaba como los escritores y los artistas vivían de espaldas unos a otros. El problema sigue latente de alguna manera pero al menos, en el caso de Pepe Espaliú y a la vista de los volúmenes que conformaban su biblioteca personal, es evidente que estamos ante un artista que sentía la necesidad de la literatura, que frecuentaba y disfrutaba con su lectura, que se adentraba en su territorio para engrandecer las fronteras de su trabajo artístico.

La biblioteca de Espaliú era un proyecto personal y, como tal, atendía a sus gustos y necesidades. Tenía lagunas y ausencia de nombres y, al mismo tiempo, sobreabundancia de autores. Como no podía ser de otra forma, también era un registro generacional y por tanto denota las modas y tendencias del tiempo en que se formó. Ese tiempo se corresponde básicamente con las décadas de los 80 y 90 del siglo XX, secuencia en la que transcurrieron los años de crecimiento intelectual de su propietario. A través de los volúmenes existentes detectamos las reivindicaciones literarias que tuvieron lugar en esos años, los géneros y autores que fueron rescatados del olvido, como ocurrió con la novela de aventuras, presente con títulos firmados por los ingleses Arthur Conan Doyle, William Beckford ó H.Rider Haggard, el escocés Robert Louis Stevenson y el francés Julio Verne, del que se amontonan los ejemplares hasta casi formar su completa bibliografía, o la llamada ficción de terror con obras de H.P.Lovecraft y Bram Stoker.

En la numerosa y amplia sección de literatura los libros cohabitan en español y francés mayoritariamente, aunque existen ejemplares en inglés. Junto a la novelística y el cuento, donde predominan Poe, Borges, Nabokov y Octavio Paz mezclados con la atemporalidad clásica de Cervantes, Shakespeare ó Balzac y los inclasificables Bataille y André Gide, destaca la presencia de poetas como Cernuda, René Char, Paul Celan, Kavafis y José Ángel Valente, sin olvidar a Virgilio y una sorprendente colección de antologías poéticas católicas, que al parecer “heredó” en torno al año 1975 de un inquilino seminarista que habitó antes que él un estudio en Barcelona.

Arrastrar a lo largo del tiempo, y la sucesión de hogares y ciudades en las que vivió, con estas curiosas antologías nos indica lo apegado que se sentía a sus libros y el aprecio que sentía por ciertas rarezas bibliográficas. Prueba de ello es el poemario, conseguido sin duda en alguna librería de lance, Misterio de la Poesía de César González Ruano, aparecido en Roma en 1938 y en una edición muy limitada.

José María Baez y Manolo Espaliú en el acto de recepción de la biblioteca de Pepe Espaliú. Foto: Ars Operandi

A través de un comentario en una postal que le envió Juan Vicente Aliaga, y que se conserva en el Archivo documental, igualmente dependiente del Centro Pepe Espaliú, sabemos que leía a los poetas de Cántico. En una comunicación personal que me envió desde París, Espaliú mostraba su entusiasmo por haber descubierto en una exposición sobre revistas poéticas el número que esta revista cordobesa dedicó a Cernuda en 1955. Nada sorprende, por tanto, que su biblioteca contenga antologías de Ricardo Molina y Juan Bernier junto al estudio que al grupo dedicó Guillermo Carnero.

En la sección de arte se detecta también el registro temporal, aparte de sus personales filias. Espaliú sentía una fascinación especial por el dadaismo y el surrealismo. Frente a la nómina de artistas más conocidos, como Picabia, Dalí, Max Ernst, Miró o René Magritte, destacan otros autores como Meret Oppenheim, Victor Brauner o Marcel Märien, con abundancia de catálogos. Tampoco escapaba a su atención el futurismo italiano, representado por monografías sobre Carlo Carrá, Mario Sironi, Depero y Enrico Prampolini, sin desdeñar a de Chirico.

Son muy escasos, en cambio, los estudios dedicados a las culturas antiguas, si se exceptuan las precolombinas y africanas. En cuanto a la pintura antigua sólo contaba con dos títulos sobre Murillo y Arcimboldo y la consiguiente nómina de renacentistas italianos (Piero de la Francesca, Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel, Rafael...)

Esta ausencia de norteños y centroeuropeos en épocas antiguas se equilibra respecto al arte contemporáneo, donde destacan los suizos Paul Klee y Giacometti, muy bien representados. Pero también, y esto es igualmente otra rareza, el checo Josef Sima, que cuenta con tres volúmenes. Los alemanes no van a la zaga y disponen de monografías en un amplio abanico generacional, desde Oskar Schlemmer a Martin Kippenberger, pasando por Eva Hesse y Sigmar Polke. Los americanos, por su parte, cuentan con títulos de Joseph Cornell, Ad Reinhardt, Bruce Nauman, Annette Lemieux... Todo ello sin olvidar a quienes Espaliú tuvo como referentes y modelos (Joseph Beuys y Louise Bourgeois) y a quien ayudó a salir del ostracismo crítico en el que se encontraba (Joan Brossa).

Manolo Espaliú y Jose María Baez ojean un libro de dibujos de Louise Bourgeois. Foto: Ars Operandi
Junto a ellos una amplia nómina de teóricos del arte y la comunicación (algunos ya olvidados por el vaivén crítico) como Heinrich Wölfflin, Gillo Dorfles, Abraham A. Moles, Tom Wolfe (La palabra pintada), Harald Szeemann, Catherine Millet... que se suman a algunas singularidades, como una pequeña monografía sobre Renoir publicada en París en 1923, las ilustraciones que André Derain realizó por encargo de una tienda parisina o el número 1 de la revista “Arte”, publicada en Madrid en 1932 por la Sociedad de Artistas Ibéricos.

Frente a estas disciplinas de la literatura y el arte, el otro apartado de considerable atención lo constituyen los títulos sobre filosofía y pensamiento, estudios sobre psicoanálisis y sociología y textos sobre religión. En este caso el espectro formativo es mucho más compacto, más completo y enciclopédico, con ejemplos sobre la filosofía clásica representada por textos de Platón, Aristóteles y Lucrecio, entre otros, y seguida por trabajos de Kant, Nietzsche, Karl Jaspers, Martin Heidegger, Karl Marx o Sigmund Freud, así como textos y reflexiones de pensadores más cercanos en el tiempo, fundamentalmente pertenecientes al ámbito francés del que fué muy dependiente, y concretados en Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Foucault, Derrida o Julia Kristeva.

Otro apartado final lo constituye la colección de revistas, muy diversas y variopintas. También aquí vuelve a producirse la variedad temática. Frente a publicaciones muy específicas como Poesía, Antorcha de Paja, Trece de Nieve, Cuadernos del Norte, Flash Art, Parkett ó Artforum, nos encontramos otras dedicadas a la cultura en general y al pensamiento. Aquí la dispersión es doble, pues frente a la abundancia de títulos se contrapone el escaso número acumulado de estas publicaciones.

Muy cerca del lugar físico en el que se ubica el Centro de Arte Pepe Espaliú, en su casa de la hoy calle Martínez Rücker, moría en 1608 el pintor y poeta cordobés Pablo de Céspedes. Tras su muerte tanto su biblioteca como sus papeles personales y singular colección de dibujos se dispersó. Correspondió a otro pintor, Juan de Alfaro, tratar de volver a unir esa colección de dibujos. Empeño cumplido sólo parcialmente. Los documentos y papeles que ilustran sobre nuestra vida, que van entretejiendo nuestra biografía, son prenda de frágil deterioro y fácil pérdida. Recuperar la biblioteca personal de Espaliú, a los 21 años de su muerte, para el Centro de Arte que lleva su nombre es por tanto un motivo de júbilo que debemos agradecer a cuantos, y sobre todo a su familia y en concreto a su hermano Manuel, lo han hecho posible.



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