La mirada de Egea Azcona

Boceto de Tomás Egea Azcona para relieve (Banco Coca, Córdoba, 1965)

Jesús España / para Ars Operandi

Se puede ver la huella del Equipo 57 en los murales del Edificio Eurosol de Torremolinos. Hay algo del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919-1999) en su óleo Campesino, de 1963. Se atisba la connivencia de Renato Gutusso (1911-1987) y Fernand Léger (1881-1955) en su Lava más blanco 3 o en el jactancioso y macabro promotor inmobiliario de Ruinasa. Veo un poco de Spirou (ese botones superviviente credo por Robert Velter (1909-1921)) en sus viñetas para las revistas Molinete o Bibi Fricotin. También hay indicios su admirado Chumy Chúmez (1927-2003), de La Familia Ulises o Los Inventos del TBO, estas dos últimas series surgidas de la revista TBO allá por los años cuarenta en la España de la posguerra, en algunos de sus trabajos. Está, cómo no, la sombra alargada de Pablo Picasso (1881-1973) en el puño que aprieta la flor de El desprendido (1959). Pero, sobre todo, y cómo él mismo afirmó alguna vez, gravita en su ilustración la presencia del rumano-estadounidense (o, quizá, sería más acertado decir rumano-neoyorquino) Saul Steinberg (1913-1999).

Hay mucho, nunca demasiado (lo descrito y cientos de influencias más) en la obra de Tomás Egea (1933-2018) y de todo podemos disfrutar, de ese eclecticismo, de esa habilidad para recoger y crear algo nuevo, en la Sala Vimcorsa de Córdoba hasta el próximo 26 de agosto. Aunque nacido en Madrid, y criado en Murcia, Tomás Egea se relaciona intensamente con Córdoba ya sobre 1958 (se afincará definitivamente en la ciudad en torno a los años ochenta). La vinculación de este artista con la élite intelectual de la ciudad es más que poderosa: cercanos a él eran, amén de los miembros del Equipo 57, Rafael de La-Hoz (1924-2000) —Egea, por poner un ejemplo, “traducirá” al cómic la conferencia del arquitecto “Arquitectura y desarrollo tecnológico” (XIII Congreso Mundial de la U.I.A. –México, 1978)—, o el médico psiquiatra Carlos Castilla del Pino (1922-2009), del que se expone en Vimcorsa un Retrato (1962). Tras otras exposiciones monográficas, realizadas por el Ayuntamiento, de figuras clave como Juan Serrano (1929), José Duarte (1928-2017), Juan Cuenca (1934) o Cristóbal Povedano (1933), la modernidad cordobesa quedaría coja sin la presentación (triste e incompresiblemente, es un desconocido para muchos) al gran público local del artista multidisciplinar Tomás Egea Azcona.

Tomás Egea Azcona, Retrato de Carlos Castilla, 1962

Vimcorsa se preocupa, en esta revisión histórica que pretende “cartografiar la modernidad en Córdoba”, como indica el comisario Jesús Alcaide, en presentar justa y adecuadamente la panoplia de Egea. Esta que iba a ser retrospectiva, en vida, del artista, selecciona obras icónicas y definitorias del autor desde 1957 a 2018: sus óleos, intensamente críticos con la sociedad de su momento, algunos coloridos gouaches sobre cartón, su relación con la arquitectura (no solo colaborando con Rafael de La-Hoz sino con otros muchos arquitectos) a través de maquetas, bocetos de vidrieras y material gráfico de murales en distintos bancos, edificios públicos institucionales y construcciones de una infinidad de ciudades de la geografía española que marcarían, en gran medida, el sentido de una gran parte del desarrollismo estético, asido a la modernidad, del país en los sesenta y setenta y, finalmente, la victoria, en cierto modo, de la ilustración en su imaginario, dotada de una crítica que se vuelve aguda, inteligente y, más que sutil, irreverente por su descarada y descarnada evidencia. Cánon del 75, vitruviano modelo propuesto por Egea Azcona para el “buen proceder” del hombre-mujer que se rebela contra los nuevos aires de la transición, o Sindicato Vertical, orla que muestra la “enorme diversidad estética” (y, por extensión, ética) de los gerifaltes nacional-católicos, son solo dos muestras de esa fina y valiente ironía del artista madrileño-murciano-cordobés, que se servirá, además, del tebeo para contar todo tipo de historias. Nuestra ciudad (1984), La casa de los muchos (1989), Bodegas Campos en la Historia de Córdoba (2001), con textos de Carmelo Casaño Salido (1933), o Historia de Córdoba para niños (2003) son ejemplos de esto último que apuntábamos, de la capacidad, al fin y al cabo, de Tomás Egea para reconocer en el cómic a una herramienta especialmente potente a la hora de unificar criterios y transmitir mensajes ecuménicos.

Tomás Egea Azcona, S/T (El ascensor), S/F
Entre los diseños que Tomás Egea dejó a medio acabar figura uno especialmente interesante: un boceto para un cartel de la Feria de Córdoba de 1984. Una interpretación de este modelo ha sido el cartel oficial de la Feria local en este año 2018. Tras años de controversias, la solución, en el mismísimo año de la muerte del artista, estuvo en, para horror de muchos, mirar atrás. Por suerte para nosotros, cordobeses, encontramos en el pasado una mirada, la de Tomás Egea, que, con toda la humildad del mundo, se propuso, y a todas luces ha conseguido, hace más de treinta años alcanzar la nuestra en el presente. 

Egea Azcona 1933 - 2018 
Sala Vimcorsa, Córdoba 
Hasta el 26 de agosto 
Comisario: Jesús Alcaide

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